UNA CRISIS EXCEPCIONAL, QUE RECLAMA UNA SALIDA DE CONJUNTO

UNA CRISIS EXCEPCIONAL, QUE RECLAMA UNA SALIDA DE CONJUNTO

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/52966-

El proceso electoral tiene lugar cuando el régimen político, en la Argentina, vuelve a enfrentarse a una crisis de características verdaderamente excepcionales. En algunas provincias se eligen gobernadores que no saben todavía si se verán obligados a asumir antes de la fecha designada (Tucumán), en tanto que en otras tienen que ser destituidos sin esperar el pronunciamiento de las urnas, como ha ocurrido en Corrientes. Duhalde y De la Rúa recorren el país (aunque especialmente los estudios de televisión) con el supuesto propósito de difundir cómo piensan gobernar en los próximos cuatro años, pero ocultan cuidadosamente qué piensan hacer frente a la bancarrota de las provincias, la cesación de pagos de un número creciente de grandes grupos económicos, la especulación creciente contra la paridad del peso, el admitido derrumbe del Mercosur, el renovado aumento de la híper-desocupación, la espectacular recesión de la economía, los salarios cada vez más bajos o, en fin, la destrucción de la infraestructura educativa y sanitaria. El derrumbe del ‘plan Cavallo’ a partir de 1994 no fue superado por el posterior ingreso especulativo de capitales, de manera que, luego de la devaluación brasileña, el conjunto del régimen político inaugurado por el menemismo ha llegado a su fin.

Para coincidir con esta caracterización ‘catastrófica’, basta con echar una mirada a la opinión editorial de los diarios y a la de otros medios más autorizados todavía. Clarín, por ejemplo (11/6), describe un “clima de reclamo social generalizado”, cuyo punto de partida atribuye acertadamente “a la huelga docente del 11 de mayo”, o sea al “recule de Menem” (Prensa Obrera, 13/5), como consecuencia de la movilización estudiantil-educativa. Caracteriza “una espiral de tensión social como no vivió la Argentina en la última década”, o sea desde la crisis inflacionaria de 1989. Destaca “los cortes de calles, rutas, puentes; las caravanas por el centro de las ciudades; las concentraciones, y los paros. En algunos casos se llegó a atacar la Casa de Gobierno…”. En el curso de estas luchas, los docentes de Catamarca obligaron al gobierno a retirar un recorte del presupuesto provincial, mientras que los de San Luis forzaron a Rodríguez Saa a dar marcha atrás con su proyecto de ‘escuelas chatarra’.

Más importante que los editoriales, por supuesto, es enterarse de que “en los últimos días, el gobierno de los Estados Unidos hizo saber a la Casa Rosada su preocupación por el eventual agravamiento de los conflictos sociales en el país y el consiguiente peligro para la transición” (BAE, 15/6). También, dice el mismo diario, “un informe de la Secretaría de Inteligencia del Estado … advierte sobre la peligrosidad del momento social que se vive”. El semanario británico The Economist (29/5) habla del “desarrollo de un vacío de poder en la Argentina”, e incluso de que “algunos argentinos han comenzado a preguntarse si Menem podría ser forzado a abandonar el gobierno en forma anticipada…”. Después de leer todo esto sólo queda sonreírse frente a la reiteración de Duhalde y De la Rúa de que se comprometen a defender la ‘estabilidad conseguida por los argentinos’. Si no fuera que sabemos que con estas expresiones pretenden reafirmar su defensa del actual sistema de explotación, diríamos que están de la nuca.

Inmovilismo

Para que una crisis económica se transforme en una verdadera crisis política, es necesario que la clase explotadora vacile con relación a la salida que debe darle a las contradicciones de la economía, que se divida como consecuencia de esta vacilación y de los golpes que le propina la crisis y, finalmente, que el gobierno de turno caiga en la parálisis como resultado del inmovilismo de conjunto de la clase explotadora que representa.

Mientras el diario La Nación reclama un “acuerdo político” (14/6), la crisis se cobró la cabeza de dos ministros y de uno o quizás dos gobernadores, más el intendente del fundamental distrito de La Matanza y desató la huelga de médicos bonaerenses contra Rico. Mientras Cavallo propone un reunión de los candidatos con Menem para organizar un frente común ante la crisis, los mentideros políticos denuncian una crisis en los acuerdos entre Cavallo y Duhalde y entre Cavallo y Béliz. De todos modos, es todos los días más claro que existe una convergencia general entre Duhalde y Cavallo sobre la base de un nuevo plan económico que tiene como punto de partida la devaluación del peso.

Es precisamente el pánico que produce la posibilidad de una devaluación lo que tiene paralizada a la burguesía (pero no a los especuladores norteamericanos que ya están comprando dólares a 1.10 peso en el mercado a término). Dado el elevado endeudamiento en dólares, la devaluación es vista como un golpe final a la situación de cesación de pagos de las empresas capitalistas. El planteo que sostiene que es necesario reducir el déficit fiscal y producir una mayor flexibilidad laboral, supone que estas medidas podrían alentar un ingreso de capitales, aunque sea de corto plazo, que permitiría eludir la devaluación del peso. Lo mismo ocurre con el planteo de la dolarización.

El problema más importante, sin embargo, no lo representa el déficit fiscal, que llega a casi los 10.000 millones de dólares, si se contabilizan el de la Nación y el de las provincias. Ni qué decir que el problema no es ‘el costo de la mano de obra argentina’, que se remunera a un promedio de 1,50 peso la hora, con jornadas de 14 horas y total falta de contribución social. Aunque ese déficit fiscal es del 4% del producto nacional y debe financiarse en dólares, el problema más espectacular es la deuda externa privada, la cual se encuentra, según estimaciones del estudio del neo-liberal Broda, por encima de los 60.000 millones de dólares, habiendo partido de cero en 1990 (El Cronista, 14/6); esta deuda equivale nada menos que al 40% de la deuda pública, que es de 140.000 millones de dólares. Incluso sin necesidad de sufrir una devaluación del peso, grandes capitalistas se encuentran ya en la quiebra, obligados a cerrar o a malvender sus empresas. La perspectiva de estas quiebras ha elevado la tasa de interés que se exige para prestar a la Argentina, lo que de un lado hace aumentar la deuda externa como bola de nieve y, del otro lado, provoca el retiro de los capitales extranjeros.

De acuerdo con un informe de la Fundación Capital (Ambito y La Nación, 31/5), “En los últimos meses, la Argentina se convirtió en el país con mayor cantidad de incumplimientos de obligaciones asumidas por el sector privado…”. Pero, además, “es clara la desconfianza de los inversores acerca de la solvencia financiera del sector corporativo…”. Según el presidente de LM Capital Management, “lo que está pasando a nivel corporativo y los rumores sobre la Argentina y el peso están matando al mercado para la deuda corporativa latinoamericana” (ídem). Los capitalistas argentinos incumplieron en el pago de la deuda por más de 600 millones de dólares (BAE, 10/6)

Frente devaluacionista

Es por esto, sin ninguna duda, que el director de la calificadora de riesgo Duff & Phelps salió a declarar que “La convertibilidad perdió consenso político…” (La Prensa, 13/6). Exactamente lo contrario de lo que dicen los ‘candidatos’, pero es claro que al que hay que creer es al financista, porque conoce el paño. La ‘convertibilidad’ fue la justificación mentirosa que se dio en su momento como una herramienta para impedir el desborde de la deuda pública. Logró, sin embargo, lo contrario, su verdadero propósito: el híper-endeudamiento, la híper-inversión y ahora la híper-bancarrota del explotador capitalista.

A confirmar la opinión de la ‘pérdida de consenso de la convertibilidad’, vino “un alto directivo de uno de los grandes grupos económicos internacionales establecidos en el país en los últimos años (quien) expresó … una preocupación que puede ser común (!) en esos ámbitos” (BAE, 18/6). Esa ‘preocupación’ es “qué pasaría si Brasil volviera a tomar medidas drásticas, ¿… tendrá que abandonar el 1 a 1?”. Para no dejar dudas de hacia dónde se inclina, agregó que la suba del dólar en los mercados internacionales “complica al peso argentino” (ídem). Lo interesante de todo esto es que la descripción que hace BAE del opinante, coincide casi a la medida, nada menos que con la del presidente de Fiat.

Mercosur….

El desplome del comercio del Mercosur es otra manifestación fundamental de la crisis, esto porque la Argentina no tiene otro mercado extranjero de significación. Todo un sector de la patronal, incluso extranjera, se desarrolló sobre su base. Ahora, el principal defensor especializado del Mercosur se queja de que “ni siquiera se ha logrado completar una unión aduanera”; de que “se está en el peor de los mundos posibles”; de que “no existe voluntad política”; y de que si esta situación no se modifica “los gobiernos harían bien en abandonar el proyectado mercado común y retroceder a esquemas más modestos”; finalmente, “es necesario que los gobiernos reconozcan la necesidad de cambiar de proyecto y que lo hagan” (La Nación, 15/6).

Que todo esto lo diga Elvio Baldinelli, representante histórico de la ‘patria exportadora’, actualmente vicepresidente de la Cámara de Exportadores, equivale a una declaración oficial de la burguesía argentina de que se retira del proyecto. ¿La opción?

La ‘opción’ sería aceptar un planteo de integración comercial con Estados Unidos que ni la propia burguesía norteamericana acepta, porque no está dispuesta a levantar sus enormes barreras proteccionistas. El acuerdo que se vio obligado a firmar Siderar para reducir sus ventas de acero a ese mercado lo demuestra.

No sólo esto. Según un habitué de la embajada yanqui, el periodista Morales Solá, estamos en un “momento de tensión con los EE.UU.”, debido a una iniciativa parlamentaria argentina para prorrogar la ley de patentes medicinales y de propiedad intelectual que protege a los laboratorios nacionales. El conflicto puede tener “consecuencias de desastre en el frágil control de la economía argentina” (La Nación, 20/6). Es decir que ni las ‘relaciones carnales’ han logrado sobrevivir a la crisis y que, dentro de ésta, pasa a ocupar un lugar inesperado una crisis con el imperialismo yanqui. Esto ocurre cuando en Estados Unidos se encuentra en marcha un nuevo juicio contra un laboratorio norteamericano por abuso monopólico del derecho de patente. Se estima que la extranjerización de la industria farmacéutica argentina provocaría un aumento enorme en el precio de los medicamentos.

Una integración a Estados Unidos daría nuevo vuelo a la tentativa de dolarización, lo que significaría la pérdida de respaldo y, por lo tanto, la desaparición de los bancos nacionales, en especial el Nación y el Provincia. Pero esto es menos aceptable ahora para la patronal argentina cuando “El Nación (se ha transformado en) árbitro de la deuda privada (El Cronista, 26/5). Ha sido clave para refinanciar a Piedra del Aguila, Alpargatas, Gatic y Comercial del Plata (ídem). Sólo la intervención del Nación ha permitido la refinanciación de parte de los acreedores extranjeros.

Situación de conjunto

El inmovilismo de la clase capitalista, del gobierno y de sus políticos se manifiesta por todos lados. Acaba de fracasar un intento de refinanciación a las Pymes que no pueden pagar (llamado plan Brady). La Unión Industrial ha lanzado una propuesta de “compre nacional” que ha hecho el ridículo, porque se limita a una campaña de publicidad.

Aunque polarizan la intención de votos, ni Duhalde ni De la Rúa consiguen suscitar un interés en el electorado; se supone incluso que, si tienen que ir a una segunda vuelta, estalle otro gran frente de crisis política.

Las protestas protagonizadas por la Rural, por los empresarios de camiones, por las CRA y la Federación Agraria, por los rectores de las Universidades, por el clero, etc., han incentivado una nueva intervención de las masas. Que los de arriba no consigan tolerar el sistema concebido para su beneficio es un síntoma por excelencia de una crisis de características excepcionales.

A las movilizaciones educativas y provinciales se han sumado, en los últimos días, las luchas en las fábricas de la zona norte y, en particular, las características extraordinarias que asumió la ocupación de la planta de Emprendimentos Ferroviarios. Todos estos fenómenos deberán acentuarse; los opositores en las provincias no tienen otra salida que un ajuste mayor que el que se reprocha al oficialismo en desgracia; el fracaso de la ley de incentivo docente para lograr un aumento salarial incrementará los choques en la docencia y en el estudiantado. La crisis está convocando a toda la nación a ganar la calle, lo cual es un estímulo poderoso para la clase más golpeada por la crisis y también la más numerosa, la clase obrera.

En la cúpula de las organizaciones obreras, la crisis es registrada al nivel superficial de los ‘reacomodamientos’. Un sector de la CGT y del Mta quiere renovar la dirección cegetista con un Moyano o un Palacios a la cabeza, en función de una eventual victoria de Duhalde. La CTA, por su lado, ha decidido en su reciente congreso de Mar del Plata, despedirse de la crisis hasta después de las elecciones, para no perturbar las posibilidades de De la Rúa. La reivindicada autonomía de la CTA con relación a los partidos políticos, significa solamente que los candidatos patronales no estiman conveniente que los sindicatos vengan a hacer barullo para apoyarlos. La CTA ha ido más lejos que ninguna central obrera en la historia argentina, en el intento de integrar los sindicatos al Estado (participación), mediante alambicadas propuestas para la regulación legal del empleo. El compromiso asumido por la dirección de Ctera con el financiamiento y la regulación de la educación, que va desde un fondo impositivo especial hasta la admisión de que el salario se transforme en variable ‘incentivada’ del trabajo, es un ejemplo concreto de la política de la CTA en su conjunto.

Las posiciones de los partidos patronales y de la burocracia sindical van a ser sacudidas por el agravamiento de la crisis, como ya ha venido ocurriendo. Una vez más se verán obligados a improvisar para frenar a las masas y cabalgar la crisis. No es solamente el menemismo el que se ha agotado sino todo el sistema económico y político que se alimentó de su riñón o de sus excrementos.

Cuando se tiene en cuenta el carácter de conjunto de la crisis, su alcance internacional, las posiciones de las clases dominantes y la de las organizaciones que la defienden, incluida la burocracia sindical; es claro que exige una salida obrera y que presiona a la clase obrera a intervenir, primero, y a hacerlo de un modo conciente, organizado y decisivo, más tarde.

Polo obrero

El desarrollo de este polo obrero revolucionario debe ser el objetivo estratégico de la presente etapa. Para eso es necesario llamar la atención sobre la necesidad de una organización independiente de los activistas en el movimiento obrero organizado, y rechazar como fuera de la realidad la especie de que existe una central alternativa en la burocracia de la CTA. Para sacar a los sindicatos del marasmo es necesaria una dirección realmente clasista.

Ante una crisis de conjunto, se plantea la necesidad de una salida de conjunto. Cualquier medida que se inscriba en esa salida de conjunto plantea una cuestión de poder. Esto no debe ser disimulado. La reincorporación de los desocupados al trabajo mediante el reparto de las horas disponibles; la solución de las crisis provinciales mediante la suspensión indefinida de sus deudas provinciales y la apertura de las cuentas de las administraciones públicas; la ocupación y expropiación de toda empresa que suspenda o cierre; el combate contra la fuga de capitales y la devaluación, mediante el no pago de la deuda pública y el control y nacionalización del sistema bancario; el establecimiento de un salario mínimo y móvil igual al costo de la canasta familiar; la reestatización, bajo control obrero y de los jubilados, del sistema previsional y el restablecimiento de los aportes patronales; todo esto se inscribe necesariamente en una lucha de poder.

Más acentuadamente que en el pasado, la crisis tiene una proyección internacional. El fracaso del Mercosur, un campo de rivalidades nacionales capitalistas que ha tenido por principal beneficiarios a los monopolios yanquis y europeos, muestra que la patronal no puede dar una salida latinoamericana. Se plantea la unidad política inmediata de los países del Mercosur y de América Latina, que para ser tal deberá ser liderada por la clase obrera. La unidad obrera y campesina de América Latina es el instrumento fundamental para una real victoria popular.