LA PAZ IMPERIALISTA
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/52941-
Sin embargo, la rendición de Milosevic fue, sí, incuestionablemente una completa capitulación; fue simplemente la culminación de toda la política capituladora que le imprimió a la resistencia nacional contra el imperialismo. Los aspectos fundamentales de esta línea capituladora fueron, primero, desvirtuar la lucha nacional yugoslava contra la Otan mediante una guerra de opresión y genocidio hacia el pueblo kosovar y, segundo, procurar en todo momento un entendimiento con la Otan por medio de la diplomacia rusa, cuyo gobierno es una agencia del Fondo Monetario Internacional y del Tesoro norteamericano. El régimen serbio era lógicamente incapaz de llevar adelante una política de esta naturaleza, por eso debía ser inconsecuente en su enfrentamiento con la Otan. Solamente si hubieran existido las condiciones para que los trabajadores serbios derrocaran a Milosevic, el curso de la guerra nacional yugoslava podría haber sido diferente. Fue precisamente una alianza revolucionaria de los pueblos de los Balcanes lo que permitió la derrota del ejército nazi en 1941-45.
Una resistencia antiimperialista
Lo que se llamó la “guerra de los Balcanes” fue el producto de la resistencia de Yugoslavia a aceptar los acuerdos de Rambouillet, que autorizaban la ocupación militar del país, no solamente de Kosovo, por parte de 30.000 soldados de la Otan. Las discusiones de Rambouillet tuvieron lugar en este castillo de Francia en febrero-marzo pasado, con el objetivo de poner fin a los enfrentamientos serbo-kosovares. Como ahora lo recuerda el diario The New York Times (5/6), “En conformidad con uno de los anexos de los acuerdos de Rambouillet, que debían regular la conducta de las fuerzas de la Otan, se les daba completo acceso a cualquier lugar de la República Federativa de Yugoslavia y la inmunidad con relación a cualquier tipo de proceso legal. El anexo indicaba que el personal de la Otan debía gozar, junto con sus vehículos, naves, aviones y equipamientos, del pasaje libre e irrestricto y del acceso sin impedimentos en toda la República Federativa de Yugoslava, incluidos el espacio aéreo y las aguas territoriales asociados”. Estos términos configuraban el establecimiento de un protectorado o colonia en los Balcanes. Su aceptación por las fracciones políticas kosovares las alineó junto al imperialismo. La pretensión de una autodeterminación nacional de Kosovo, en semejantes condiciones, constituyó una parodia de democracia. Esa autodeterminación nacional sólo habría podido ser genuina acompañada de la lucha por la expulsión de la Otan de los Balcanes.
El gobierno serbio se jacta ahora de haber obtenido una victoria porque en los nuevos acuerdos este anexo está suprimido. Sin embargo, el establecimiento de 50.000 soldados en Kosovo y el control que la Otan tiene de hecho de los espacios aéreo y marítimo son un indisimulable sucedáneo de aquella cláusula. La capitulación de Milosevic puede fácilmente llevar a la desintegración del régimen serbio y a la formación de un gobierno digitado por la Otan. Después de haber obtenido la capitulación de Yugoslavia, los acuerdos que se firmen son, para la Otan, un mero pedazo de papel.
La quinta columna rusa
Desde el principio, o sea desde Rambouillet, el gobierno ruso se colocó en el campo de un arreglo diplomático impuesto por la Otan. Sin embargo, la diplomacia rusa fue de fracaso en fracaso porque pretendía que sus propias tropas controlaran el norte de Kosovo en lo que la Otan caracterizó como un intento de dividir esta provincia.
Esta divergencia se superó fácilmente con un golpe de estado en Rusia que fue aceptado en silencio por todos los partidos políticos rusos, en especial el comunista. Como lo señala acertadamente el diario The Washington Post en un editorial (5/6), “fue Yeltsin quien designó a Víctor Chernomyrdin como enviado de paz cuando el entonces primer ministro, Primakov, parecía querer embarullar a la Otan; y fue Yeltsin el que desbarató las maniobras de Primakov y lo depuso”. También en un editorial, The New York Times (5/6) asegura que “Chernomyrdin fue especialmente una ayuda en el desarrollo del acuerdo de paz con el subsecretario de Estado, Strobe Talbott”. Chernomyrdin tenía un canal de negociación personal directa con el vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, a través precisamente de Talbott, desde que fuera primer ministro de Rusia (International Herald Tribune, 7/6). Esta conexión directa, paradiplomática y paraestatal, de Chernomyrdin con Gore está ampliamente documentada en el reciente libro del corresponsal del Financial Times en Moscú, John Lloyd, Rebirth of a Nation (Renacimiento de una Nación) (sic).
Nada de esto, naturalmente, era desconocido por el gobierno de Milosevic, quien sin embargo aceptó todo el tiempo la mediación de su ‘hermano eslavo’. Tanto Milosevic como los opositores a Chernomyrdin en Rusia, se conformaban con que no se reconociera el derecho a la autodeterminación de Kosovo, que en el acuerdo de Rambouillet se prometía poner en marcha mediante un referéndum en tres años. Es decir que el gobierno serbio y sus amigos en Rusia ya tenían dispuesta la entrega de Yugoslavia a la Otan a cambio de la integralidad territorial de Kosovo en Yugoslavia. El aspecto reaccionario del nacionalismo serbio, es decir contra Kosovo, sirvió de ariete para entregar la independencia nacional de Yugoslavia. Esto no debe sorprender porque, para los burócratas de todas las tendencias, tanto de Serbia como de Rusia, lo que importa por sobre todo es asegurarse el apoyo financiero del capital internacional para lograr imponer la restauración capitalista en sus países.
La paz imperialista
La Otan no solamente ha creado una catástrofe humanitaria y ecológica en los Balcanes. Según informa el diario Le Monde (26/5), “Los desprendimientos de materias contaminantes de las usinas bombardeadas son observables en los países vecinos de Yugoslavia. En Rumania se han podido medir lluvias ácidas, es decir que presentan un índice pH inferior al valor normal 7, en la ocasión 5. En Grecia, se han podido medir tasas desproporcionadas de dioxina… Del lado búlgaro, han sido observadas sobre el Danubio numerosas napas de petróleo… En Serbia, los daños ecológicos parecen netamente más inquietantes. El bombardeo de la zona industrial de Pancevo —una refinería, una usina de fabricación de agroquímicos y un complejo químico… La concentración atmosférica de MVC, una molécula muy cancerígena, ha alcanzado 3.000 veces los valores autorizados… Parece que la misma conclusión pueda ser sacada de los principales sitios bombardeados, como Novi Sad, que reunía una refinería y una usina química…”. Naturalmente, numerosos monopolios de la construcción pesada se han anotado para la reconstrucción de la infraestructura destruida. Están la británica Amec, que ya ‘reconstruyó’ Sarajevo; Morrison Construction; y la más poderosa de todas, la norteamericana Bechtel (Financial Times, 5/6).
La consecuencia más fuerte de la victoria del imperialismo será el agravamiento de la crisis política y de las rivalidades seudonacionales; ya se mencionan rencillas entre húngaros y rumanos en Transilvania; ni qué decir entre albaneses y serbios en Macedonia. El ejército yugoslavo ha transmitido su impresión de que, lejos de la promesa de desarmar a la UCK, la guerrilla pro-Otan de Kosovo, la Otan piensa valerse de ella para ocupar partes de ese territorio. Finalmente, existe la perspectiva de un golpe de estado, sea nacionalista o democratizante, en la propia Serbia, o incluso una tentativa de separación de Yugoslavia de la república autónoma de Montenegro. La paz imperialista significará el despedazamiento aún mayor de los Balcanes, como lo fue hasta recientemente la penetración económica del imperialismo de la mano del FMI.
La ‘reconstrucción’ de los Balcanes, el reparto de las zonas de influencia, el predominio de uno u otro imperialismo; estos factores desatarán, ahora más que en el pasado, la lucha interimperialista. Rusia será la víctima de sus propias maquinaciones, porque ahora el espectro de la balcanización, o sea del desmembramiento territorial, pesa sobre ella misma. Para descabezar a Primakov en el golpe pro-Otan, Yeltsin tuvo que recurrir al sostenimiento de los caciques de las regiones rusas y azuzar las divergencias dentro del ejército.
La paz imperialista representa una victoria de sus fuerzas, pero, al profundizar la crisis internacional, abre un período de mayor debilitamiento de su dominación histórica.