¿UNA NUEVA SITUACIÓN POLÍTICA?
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/52536-
Lo que ha caracterizado a las recientes elecciones de Córdoba no fue solamente que triunfara el candidato del partido menemista, sino que lo hiciera con un margen plesbicitario, a pesar de la brutal ofensiva del menemismo contra los trabajadores. Otro dato importante fue la extrema concentración del voto en los dos partidos que forman el bloque de gobierno que ha dejado al país con cuatro millones de desocupados y con niveles desconocidos de pobreza. Lo que llamó, por fin, la atención de esas elecciones es que en las graves circunstancias actuales no se haya expresado ninguna tendencia del electorado a buscar una salida a la derecha o a la izquierda de ese bloque oficial. Esto último era lo que esperaban numerosos observadores, que pronosticaban una “des-polarización” del voto y una modificación, por lo tanto, del mapa electoral.
El resultado electoral de Córdoba ha llevado al menemismo a imaginar que puede seguir en el gobierno a pesar de todas las consecuencias sociales de su política y que para ello sólo necesita de una ‘ingeniería electoral’. De ahí que vuelva a circular el nombre de Reutemann para la candidatura presidencial, o que Menem pretenda convertir a Vilas en intendente de Mar del Plata. La ‘ingeniería’ en cuestión consistiría en explotar por todos los medios (y con el uso de los medios en su totalidad) una tendencia a la despolitización que la propia crisis habría acentuado entre los trabajadores. Al mismo tiempo, se han escalonado las elecciones para gobernadores de manera de poder presentar a una serie de resultados locales como la expresión anticipada de una tendencia nacional.
¿Quiere decir todo esto que ha cambiado la situación política, o que se ha enterrado al menemismo antes de tiempo? ¿Los ‘pesimistas’ le han vuelto a ganar a los 4optimistas’? Si esto fuera así, los reaccionarios, de un lado, y las sectas, del otro, deben estar refrotándose las manos. La variante derechista de la “ingeniería electoral” y de la explotación de la conciencia política insuficiente del electorado ha demostrado sus posibilidades y por lo tanto las tiene. Pero no es lo más probable y es casi seguro improbable
Alianza
En la Alianza los resultados de Córdoba han producido una crisis mayor a la que tenía con anterioridad; la baja en la intención de voto refleja el grado de incoherencia con que la Alianza es vista en el electorado. Para peor, los aliancistas creen que el error fue no haber constituido la Alianza en todas las provincias, pero esto volverá a repetirse en Catamarca y Río Negro y muy probablemente en Neuquén y Tucumán. En Río Negro los frepasistas están negociando con el justicialismo y en Tucumán son los radicales los que están trenzando para formar un frente ‘anti-bussista’. La seguidilla de elecciones provinciales en el ‘99 representará un verdadero calvario para la Alianza.
Otra manifestación de la crisis de la Alianza es el alejamiento de algunos partidos provinciales que ya están negociando con el PJ. Alberto Natale, de Santa Fe, ya ha renunciado a ser candidato a gobernador, de modo que no aportará a la Alianza. Igualmente importante es la crisis con el intendente de Vicente López, García, que quería ser candidato a vice-gobernador, lo que ya hace prever la posibilidad de la deserción de una parte del aparato de la UCR en el apoyo a Fernández Meijide.
La ausencia de una estrategia y de un programa alternativos al menemismo han convertido a la Alianza en una agencia de colocaciones. Su crisis es una expresión de la descomposición del sistema político patronal en general, cada vez más cerrado, más conspirativo, más prebendario y más corrompido. La profundidad de la crisis económica restringe el margen de cooptación democrática del sistema; Terragno y Machinea negociaron en secreto con el gobierno el apoyo al paquete impositivo y al acuerdo reciente con el FMI. La viga maestra de la política de la Alianza ha pasado a ser el ofrecimiento de seguridades de que no investigará lo actuado por el menemismo. Es consciente de que el mínimo intento de desmantelar el régimen menemista podría desatar una crisis colosal en el aparato estatal y en los intereses privatizadores que tomaron el control de la economía nacional en la última década.
De manera que luego de las elecciones de Córdoba, uno de los polos del sistema ha salido más desacreditado ante el electorado; más impotente para encarar la crisis nacional; más confuso en relación a sus disputas internas; incluso más comprometido con el menemismo. Desmoralizado.
Guerra justicialista
Si Córdoba pareciera indicar que el justicialismo tiene renovadas posibilidades, su situación política concreta ha empeorado. De acuerdo al diario menemista Ámbito Financiero, Duhalde no querría aceptar un acuerdo con Menem que lo obligara a renunciar a su reelección en el 2003 y permitir una nueva candidatura del riojano. Es el reaseguro de impunidad que exige el aparato menemista, pero de imposible aceptación para Duhalde. La posibilidad de que el peronismo se divida sigue en pie, si por ejemplo Menem vuelca todo su apoyo a Reutemann. El grado que ha alcanzado este enfrentamiento está demostrado por el pasaje de Pierri al menemismo en el caso de que no consiga el apoyo de Duhalde a su candidatura a gobernador por Buenos Aires. Pero para el propio Ámbito Financiero, Menem no tiene ninguna posibilidad con Palito o Reutemann y está obligado a llegar a un acuerdo con Duhalde que, sin embargo, es imposible de conseguir.
La ‘ingeniería’ que pretende Menem se estrella contra otras realidades tanto o más graves. Ahora nomás enfrenta la posibilidad de que el 80% de su gobierno vaya preso por el contrabando de armas; el encierro de Balza parece número puesto. Incluso a la Alianza le preocupa el destino de Balza, aunque con el pretexto de que teme la filiación del que sea su sucesor. La cuestión de los niños secuestrados por la dictadura se añade a esta crisis político-institucional, porque ya hay advertencias de levantamientos militares contra el encarcelamiento de Videla, Acosta, Massera, Nicolaides, Bignone y varios más. Se está pensando en dictar nuevos indultos o amnistías. Que simplemente exista la posibilidad de una crisis militar, como la pronostica La Nación demuestra hasta qué punto el régimen democratizante no ha salido todavía de su punto de partida.
La guerra justicialista ha mandado al diablo los devaneos de Duhalde por un retomo a la “alianza histórica del movimiento nacional”. Ni los intelectuales nacionales y populares, ni el MTA, ni la revista Línea, albergan alguna ilusión en esta posibilidad. Es decir que el duhaldismo carece de una política de movilización popular, mientras por otro lado se fragmenta en sus distintas ‘líneas’ internas.
Crisis económica
La crisis económica no ha llevado todavía a las masas a salir del campo de los partidos oficiales, pero ya ha servido para derrotar a los gobiernos de dos provincias importantes —Buenos Aires en octubre del ‘97 y Córdoba en diciembre pasado. La crisis económica, habrá de profundizarse.
Récord de quiebras; récord de cheques sin fondos; aumento de la parálisis en la cadena de pagos; incremento más rápido de la deuda externa; falta de crédito internacional para renovar la deuda externa privada; récord de déficit de cuenta corriente (arriba de los 20.000 millones de dólares); crisis siderúrgica y automotriz; parálisis en el Mercosur; crecimiento cero del comercio mundial para 1999 (primera vez desde 1945); inminente colapso financiero de Brasil. La lista es más larga.
Mientras que el menemismo representa más de lo mismo, la situación económica reclama un cambio de política. Es lo que ha ocurrido ya en Asia y en Europa. La burguesía busca un cambio de frente para salvarse de la quiebra. Menem le ofrece sin embargo entregar la YPF privatizada a la British Petroleum, lo cual ha desatado una furiosa campaña de oposición en casi toda la prensa. Ofrece privatizar el Banco Nación, cuando éste es el último recurso para hacer frente a la bancarrota industrial. La Unión Industrial está encabezando el reclamo de un cambio de frente, o sea proteccionismo y subsidios. La caída de la Bolsa argentina ha reventado los aportes a las AFJP, a las cuales sólo les falta que se derrumben los títulos públicos o incluso una corrida bancaria. Esta es una posibilidad cada vez mayor como consecuencia del crecimiento de las deudas bancarias que no se pagan a su vencimiento.
En estas condiciones sólo cabe esperar un excepcional agravamiento de la crisis social. La patronal lo sabe tan bien que los espacios publicitarios se encuentran cada vez más ocupados por los avisos de la asistencia social privada y la invasión de organizaciones no gubernamentales financiadas por la ONU.
Las organizaciones obreras
El signo de la situación política no ha cambiado; se ha acentuado. La votación en Córdoba no se puede proyectar; refleja más el pasado que el futuro. Esto lo va a demostrar la propia Córdoba en los próximos meses, incluso antes que asuma De la Sota.
Lo importante es que la crisis ha hecho una nueva incursión en las organizaciones sindicales, como lo demuestra más que ninguna la crisis de ATE, columna vertebral de la CTA, que se transformó en rehén de lo peor del menemismo, la UPCN de Alberto Rodríguez, que firmó con el ministerio de Trabajo un convenio canallesco para los estatales.
La burocracia de ATE no encontró la protección que busca en el aparato estatal, en este caso por la vía de la Alianza. Peor, una fracción de la dirección hizo de punta de lanza del Estado contra los trabajadores. Para la masa de los activistas de ATE, la política de subordinación a la Alianza está produciendo una catástrofe. ¿Y qué decir de Ctera, si hasta De la Rúa bloqueó un aumento de presupuesto educativo en la capital?
La crisis nacional no evita a ninguna organización. Luz y Fuerza de Córdoba enfrenta una privatización y una liquidación de convenio inminentes; la Uocra no ha dado la menor salida a los accidentes de trabajo; Smata y la UOM deberán enfrentar ahora verdadero genocidio sindical en la industria. Las organizaciones independientes de desocupados se enfrentan a la perspectiva de que se anulen los planes ‘Trabajar’ y pasar bajo la ‘protección’ de organizaciones no gubernamentales controladas por el clero o el imperialismo.
La situación nacional en su conjunto no ha cambiado de signo; lo ha agudizado.
Este conjunto de fenómenos de ‘abajo’ y de ‘arriba’, nacionales o internacionales, se van acumulando en la experiencia de los trabajadores hasta que se opere el salto cualitativo. La política del Partido Obrero es un factor activo en la posibilidad de ese salto.
Nuestra orientación frente a la situación política de crisis que madura sin cesar tiene dos patas.