UNA RULETA RUSA PARA BRASIL
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/52188-
Los diarios abundan con noticias alarmistas acerca de una declaración inminente de bancarrota de Brasil y nadie podría decir que se equivocan por mucho. Ocultan, sin embargo, lo principal: la gigantesca sangría que está provocando el gobierno de Cardoso con el pretexto de evitar esa bancarrota o de contener la fuga de capitales al exterior.
En efecto, el gobierno elevó, en primer lugar, la tasa de interés de los créditos de primera línea al 49,5% anual, lo cual significa una tasa de usura cuando los precios crecen sólo al 4% al año y la moneda, el real, es desvalorizada en el mismo período a razón del 7%. Alguien tan distante del ‘populismo’, como Juan Alemann, ha debido admitir que esto ”genera una feroz redistribución del ingreso a favor de grandes grupos económicos” (La Razón, 11/9). Pero esto no llega a ser lo peor, porque, por otro lado, el Banco Central aplica una tasa del 19% anual para refinanciar a los capitalistas que tienen deudas por un día. Lo que pasa, a partir de aquí, es que estos créditos son usados para sacar dólares del país a un tipo de cambio virtualmente inamovible, gracias a que el propio Banco Central lo asegura mediante contratos de venta a 30, 60 o 90 días. La misma operación de sangría se realiza en la Bolsa, donde los bancos oficiales intervienen para comprar las acciones que los capitalistas venden para retirar el dinero del país. Con estas maniobras, el gobierno permite en forma simultánea que se vacíen sus arcas de divisas y que los bancos estatales carguen con acciones cuyos precios caen en forma constante. ¡Es nada menos que a este gobierno que trabaja para destruir la economía nacional, al que un 40% del electorado ha sido inducido a entregarle su confianza!
Cifras falsificadas
El desfalco no termina, sin embargo, aquí, porque al igual que lo que ya ocurriera con las estadísticas que, en su momento, ofrecieran los gobiernos de Corea del Sur, Indonesia o Japón, la cifras que declara el gobierno de Cardoso son falsas. Oficialmente, habla, por ejemplo, de una deuda pública interna de 200.000 millones de dólares, de los cuales 80.000 millones vencerían antes de fin de año; algunos economistas más ‘atrevidos’ han llegado a estimar el primer dato en 260.000 millones y el segundo en 95.000 millones. El viernes pasado, sin embargo, el diario Financial Times publicó que la ”deuda doméstica (brasileña) se incrementó de 179 mil millones de reales en enero de 1997, a 305.000 millones a fines de julio último”; esto colocaría el monto actual de esa deuda arriba de los 320 mil millones de dólares. Ese mismo viernes, el presidente del Banco Central argentino, Pedro Pou, le informó a la Comisión de Presupuesto del Senado argentino que ”algunos estiman (la deuda interna brasileña) en 400 mil millones de dólares” (Clarín, 20/9). ElFinancial Times había cifrado los vencimientos hasta diciembre en 115.800 millones de dólares, pero a la luz de las afirmaciones de Pou podrían llegar a los 160 mil millones.
Un nivel semejante de hipotecamiento (en los montos y en los plazos) no necesita una declaración formal para poner al país afectado en cesación de pagos. Brasil está forzado a refinanciar la deuda, lo cual plantea por sí solo una crisis política, ya que hacerlo a las actuales tasas de interés significaría convalidar un régimen usurario por varios años, que haría inviable hasta la confección misma del presupuesto nacional. El gobierno brasileño se encuentra ante la misma encrucijada que enfrentó el gobierno ruso el pasado agosto, o sea establecer en forma unilateral las condiciones y características de ese refinanciamiento.
Pero Brasil tiene además, claro, ¡una deuda externa! Distintas fuentes la calculan en 350.000 millones de dólares, de los cuales 180.000 millones corresponden a la deuda privada. La propuesta de renegociar la deuda doméstica, que es en reales, a dólares, tendrá que ser acordada con los acreedores internacionales, pues significaría reducir la capacidad de pago, por parte de Brasil, de la deuda externa actual. Las dificultades para contratar empréstitos en el exterior han sido puestas en evidencia por el incumplimiento en el que ya han caído los principales grupos privatizadores de los planes de inversión establecidos en las respectivas licitaciones. El dinero que ingresó por las privatizaciones de empresas del Estado resultó, al final, una gota de agua ante el fabuloso incremento de la hipoteca estatal que resulta de la estratosférica suba de las tasas de interés.
Una crisis de sistema
La afirmación antes mencionada de Alemann, acerca de la función de la deuda pública en la redistribución de los ingresos, ilustra en forma cristalina que la bancarrota brasileña no es el resultado de ninguna impericia gubernamental (aunque sí de mucha delincuencia económica) sino la manifestación gigantesca de una crisis de la acumulación capitalista que tenía a la deuda pública y a la redistribución de ingresos como uno de sus pilares fundamentales. La burguesía brasileña es la acreedora del Estado en un 90% y se vale de los títulos públicos para valorizar, a costa del Estado, el capital ocioso que no encuentra la oportunidad de una colocación rentable en otro tipo de inversión. También se sirve de la deuda pública para centralizar en sus manos el capital disperso de millones de burgueses menores, que no tienen capacidad para competir con los grandes pulpos. Esta es la función del llamado mercado de capitales local para superar las contradicciones que enfrenta la acumulación capitalista y que los capitalistas brasileños y su Estado se han empeñado duramente en defender frente a la competencia de los mercados de capitales internacionales. El colapso de la deuda pública significaría el colapso de esta fuente interna de financiación y el pasaje, por lo tanto, a la completa dependencia del capital extranjero. En la crisis actual, está en juego, precisamente, esta cuestión.
También como ocurriera en Asia, el sobreendeudamiento de los capitalistas y del Estado entró en contradicción con las menores posibilidades de venta y la caída consiguiente de la producción. El producto interno de Brasil ha estado creciendo al 1% anual y el déficit de su comercio exterior ya llega a los 40.000 millones de dólares. Esto explica las posiciones de la corriente partidaria de la devaluación de la moneda, porque abarataría las exportaciones y encarecería las importaciones. Unida a un control de cambios para que no salgan dólares (como ha hecho Malasia), la devaluación serviría para desvalorizar una parte de la deuda interna que se ajusta por la tasa de interés (que sería reducida en forma drástica). Este tipo de salida, propugnada por los empresarios‘nacionalistas’, significaría un terrible golpe para las masas populares. Pero es esta salida la que acaba de plantear un ex candidato a la Organización Mundial del Comercio, Rubens Ricupero, ex ministro de economía de Itamar Franco, bajo la poco moderada consigna de ”Independencia o muerte” (Folha de Sao Paulo, 12/9). La misma línea esgrime un asesor fundamental de Cardoso, el ex presidente del Banco de Desarrollo, Mendoça de Barros.
Colonización económica
Pero aun presionado por este sector, Cardoso se encuentra impulsando un acuerdo con el FMI, por 25.000 millones de dólares, que consiste, fundamentalmente, en una negociación con los banqueros norteamericanos para que aporten a la refinanciación de la deuda interna. Esta negociación llevó al principal diario del país, la Folha de Sao Paulo, a editorializar (20/9) que ”el delicado tejido de las relaciones externas de Brasil se fragilizó aun más la semana pasada”. Semejante aprensión se explica: el gobierno de Clinton exige, a cambio de un respaldo financiero, la completa apertura comercial de Brasil, algo así como la sustitución del Mercosur por un mercado libre desde Alaska a Tierra del Fuego. No es por casualidad que el partido republicano de Estados Unidos haya modificado, recientemente, su oposición a otorgar la ”vía rápida” a Clinton para negociar esa apertura. Dice el editorial de la Folha:”La secretaria de Estado de los EE.UU., Madeleine Albright, reafirmó que el presidente Clinton presupone, con la ayuda al Brasil, la continuación de la apertura comercial global… O sea, exactamente lo que Brasil y otros países en desarrollo han procurado relativizar, para decir lo menos”.
En un claro juego de presiones contra esta exigencia, la Folha recuerda ”algunos de los riesgos (que provocó) la apertura en el sistema bancario”, lo que alude al notorio hecho de que la banca extranjera instalada en Brasil es el principal canal de la actual fuga de capitales. ”El riesgo mayor en este momento de fragilización de la economía”, dice el diario que apoyó como ninguno la política ‘neo-liberal’ de Cardoso, ”es ver los temas absorbidos en una vorágine dictada por la ley del más fuerte”.
La crisis brasileña se desenvuelve entonces como un ‘replay’ de la crisis asiática, es decir que está motorizada por una fuerte presión del imperialismo norteamericano para imponer sus objetivos estratégicos. Un semanario (Tiempos del Mundo, 10/9) ha podido decir que ”Con amigos así no hacen falta enemigos”. Alude con esto a lo que caracteriza como una maniobra norteamericana para agravar la crisis latinoamericana, cuando el secretario del Tesoro, Rubin, invitó a todos sus pares a discutir la crisis sin haber establecido antes una propuesta y dejando, por lo tanto, al desnudo que no existía ningún plan de socorro financiero internacional para la región.
Latinoamérica en llamas
También la inminencia de las elecciones está siendo usada para ‘correr’ al gobierno brasileño con el reclamo de que largue el ‘plan de ajuste’ de inmediato. Lo menos que la oligarquía internacional quiere obtener en estos días es un golpe contra la previsión social, que consistiría en aumentar la edad para jubilarse y establecer un incremento de los aportes de los trabajadores. Más que eso, la Tesorería norteamericana (o sea la gran banca de inversión y los fondos especulativos) quiere un acuerdo, que mantendría en secreto hasta después de las elecciones, relativo a la refinanciación de la deuda interna, incluida la posibilidad de suplantarla por un bono en dólares a largo plazo (plan Bonex de Cavallo de 1990) al igual que los depósitos bancarios.
Entre este extremo, de un lado, y la devaluación, del otro, Brasil amenaza llevar a América Latina a la ruleta rusa, bajo la presión de la crisis mundial y de las exigencias confiscatorias del imperialismo yanqui.