LA MADRE DE TODAS LAS CRISIS

LA MADRE DE TODAS LAS CRISIS

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/52111-

Después de la moratoria unilateral de la deuda externa rusa y de la devaluación del rublo, no hubo que esperar casi nada para que la crisis se desatara también en los mercados de capitales de casi todo el mundo y que muchas monedas quedaran bajo la amenaza de una devaluación. En Argentina, la Bolsa pasó a cotizar a un 60% menos que su pico, en 1994. Esto significa que el valor de los capitales sufrió una caída de 40.000 millones de dólares. El dato demuestra que no es la falta de una mayor flexibilidad laboral o la subsistencia de algunos derechos obreros, lo que obstaculiza el crecimiento y la valorización de los capitales, sino las contradicciones del capitalismo y su tendencia a crisis cada vez mayores.

Aunque los diarios aseguraron que la crisis rusa no tendría ninguna clase de repercusiones debido al escaso peso internacional de su economía, lo cierto es que impactó de inmediato en Venezuela, en Alemania, en Estados Unidos y en América Latina. En Venezuela, porque la devaluación del rublo significa que el precio internacional del petróleo, del cual Rusia es uno de los principales exportadores, seguirá bajando, lo que dañará la capacidad de Venezuela de financiar su déficit público y su deuda externa. En Alemania, la crisis rusa repercutió sobre los bancos, que a los 50.000 millones de dólares que tienen comprometidos en Asia, deben sumar ahora los 50.000 millones que prestaron a Rusia; el impacto ruso fue tan grande que la fuerte Bolsa de Francfort llegó a caer un 4% en una sola jornada. El impacto sobre los Estados Unidos se dio sobre bancos con fuertes créditos en todas los países afectados, como por ejemplo el Citibank, el Chase y, por sobre todo, el Morgan. Finalmente, Brasil, Argentina, Chile y México, sufrieron las consecuencias de un fuerte retiro de capitales, ante la evidencia de que los pulpos privados de esos países no podrán cancelar sus deudas con el exterior que vencen hasta fin de año. Hay que añadir que la crisis no tuvo manifestaciones más graves, debido a la intervención de los gobiernos o bancos oficiales, en Brasil, México y Hong Kong, que salieron a comprar las acciones que ya se estaban vendiendo a cualquier precio.

Todas estas repercusiones tuvieron lugar con la suposición de que en los próximos días se llegaría a un acuerdo entre el gobierno ruso, de un lado, y los bancos locales y los acreedores internacionales, del otro. Se cree que las deudas del gobierno con los bancos, por un lado, y la de éstos con sus acreedores, por el otro, serán satisfactoriamente refinanciadas. Nada está más lejos, sin embargo, de la verdad. Ocurre que el nivel de endeudamiento de Rusia es sencillamente enorme, algunos lo calculan en 350.000 millones de dólares, esto porque al lado de la deuda pública y privada del país, hay otra deuda vinculada a estas dos que consiste en contratos que aseguran el tipo de cambio o las tasas de interés en toda la cadena de la intermediación financiera. Con el colapso del rublo y el congelamiento del mercado de títulos del Estado, esa pirámide de contratos resultará imposible de cumplir para numerosos bancos y empresas, que deberán irse a la quiebra ocasionando fuertes perjuicios a sus acreedores.

 

Europeos y norteamericanos, en remojo

La situación se ha puesto extremadamente difícil para la banca norteamericana por motivos muy concretos. De un lado, la fuga de capitales de todo el mundo hacia los Estados Unidos, ha provocado una suba de los bonos del Estado a dos y treinta años, y una caída de sus intereses, que están ya por debajo de la tasa de corto plazo establecida por el Banco Central. Es decir, que los bancos norteamericanos se tendrían que financiar a una tasa mayor de la que cobran por los créditos que otorgan, lo cual es absurdo y debería provocar una parálisis del sistema de crédito. La salida de que el Banco Central reduzca la tasa que cobra a los bancos, para restablecer así el margen de rentabilidad entre lo que éstos pagan y lo que cobran, se encuentra bloqueada por el temor de las autoridades monetarias de que semejante reducción impulse una mayor emisión de moneda y una mayor especulación.

Por otro lado, estos bancos tienen en su poder, gran parte de la deuda privada y pública latinoamericana, cuyo valor de cotización se está cayendo a pedazos. De conjunto, tenemos la siguiente situación, descripta por el diario brasileñoGazeta Mercantil (24/8): ”Para quien vive la realidad interna de los grandes bancos globales, hay dudas respecto a la capacidad de algunos de los mayores protagonistas con sede en Estados Unidos y otras plazas prominentes, para mantener la rentabilidad de sus balances ante el acortamiento de las oportunidades de alto beneficio con un mínimo de riesgo. En el fondo, grandes instituciones… quedaron con el dinero parado compulsivamente en Tailandia, Corea del Sur, Indonesia y Rusia… Se habla incluso de una lucha por la sobrevivencia a mediano plazo de casas famosas. Dentro de los mayores acreedores con posiciones en Asia, se encuentran el Citibank y el Bank of América, ambos en una etapa de fusiones, además del Chase y del HSBC…”.

El Financial Times coincide con esto, respecto a la banca alemana. ”Las consecuencias de las turbulencias rusas, dice el diario inglés, fueron evidentes principalmente en las acciones de los grandes bancos alemanes —el Deutsche y el Dresdner cayeron en más de un 10%”. Aunque gran parte de los préstamos cuentan con un seguro y tienen contabilizadas fuertes previsiones contra eventuales pérdidas, el FT agrega que ”si las pérdidas resultan ser mayores que las admitidas por los bancos alemanes, su efecto de cascada puede ser serio. Si su capital es dañado, se puede producir una parálisis del crédito al estilo de Asia”.

Pero la gran industria europea no se encuentra menos dañada que la banca. La Siemens acaba de cerrar un planta ultramoderna en Inglaterra, alegando que el rescate del FMI a Corea del Sur le ha permitido a la industria de semiconductores de este país vender su producción a precios de remate en el mercado internacional.

 

Entre dos tendencias

De un modo general, la fuga de capitales hacia Estados Unidos y las devaluaciones monetarias acentúan la dolarización de la economía mundial, reforzando la dominación financiera del capital norteamericano. Los países asiáticos están sustituyendo sus reservas en yenes, que se desvalorizan, por dólares o títulos en dólares. El esfuerzo del gobierno norteamericano por impedir la creación de una zona monetaria y comercial asiática, en torno al yen, el año pasado, apuntó precisamente a acentuar la hegemonía del dólar, sin importar que con esto agravó en extremo la crisis en Asia. Lo mismo está ocurriendo ahora con el marco alemán, que debería convertirse en el eje de la unión monetaria europea. La crisis rusa ya fue la ocasión para desatar una especulación contra el marco, que sirvió a la valorización del dólar. Si la debilidad de la moneda alemana se acentúa, el capital norteamericano habrá logrado impedir que el euro, o sea la futura moneda europea, llegue a convertirse en rival del dólar. Tener la hegemonía monetaria permite adoptar una política de crédito y financiamiento favorable a los capitales del país dominante.

En función de esta política, el gobierno norteamericano ha venido reclamando que Japón mande a la quiebra a los bancos que no pueden cobrar sus créditos y que permita el ingreso norteamericano al negocio bancario japonés. El imperialismo yanqui se ha valido de la crisis mundial, incluso la ha promovido, para proceder a una confiscación sin precedentes de capitales rivales. En todos los países de Asia, los norteamericanos se están quedando con las empresas golpeadas por la crisis.

La semana pasada, sin embargo, la prensa norteamericana y europea saludaron el rescate del gigantesco banco japonés LTBC, cuya liquidación habían reclamado en el pasado. La razón para este cambio de frente es que la caída del LTBC habría significado un fuerte golpe para sus acreedores, en especial los yanqui-europeos. Es decir que la crisis ya ha tomado tal dimensión que al capital norteamericano le está faltando estómago para seguir con la política de liquidar competidores. Pero el significado de esto es, fundamentalmente, no que la rivalidad capitalista se puede atenuar en el futuro, sino que la crisis ya golpea a los Estados Unidos.

Esto se ve claramente en la disputa que se ha entablado abiertamente en la prensa, acerca de si la Reserva Federal debe bajar o subir la tasa de interés norteamericana. Los que quieren bajarla están sintiendo el soplo de la bancarrota en la nuca; pero la reducción de los intereses norteamericanos frenaría la valorización del dólar y daría una oportunidad de recuperación a los capitalistas rivales golpeados por la crisis. En definitiva, sería un recurso inevitable para rescatar a la economía mundial del desmoronamiento.

 

La madre de todas las crisis

Que la serie de bancarrotas internacionales desate esta vez una fuerte depresión mundial, depende de que se convierta en deflación. Esto significa que la caída de las monedas, de los precios de las materias primas, de las acciones y de los títulos de estado de los países endeudados, se convierta en un colapso del consumo y una caída generalizada de precios. Esto acabaría por hundir a Wall Street si es que antes un derrumbe de Wall Street no se adelanta para producir una deflación mundial. El consumo y los gastos de capital norteamericanos están tan atados a la valorización que experimentó la Bolsa de Nueva York desde 1994, que su caída provocaría la simultánea caída de la demanda general.

La perspectiva de una deflación se presenta en un momento de debilidad política fuerte del gobierno norteamericano y lo mismo se puede decir de Europa y Japón. Pero no es menor, sino mayor, la debilidad política del proletariado mundial. Los tiempos de la crisis incrementan la urgencia con que necesitaría desenvolverse la estrategia revolucionaria. Desde varios puntos del planeta comienza a aparecer la clase obrera combativa; en cierto momento su acción cobrará mayor expresión internacional. Es en el terreno internacional que se habrá de dirimir la madre de todas las crisis.