EL ‘MILAGRO’ NORTEAMERICANO

EL ‘MILAGRO’ NORTEAMERICANO

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/51916-

“Mientras el mundo se hunde, nosotros nos amamos” —le decía Ingrid Bergman a Humprey Bogart en la película ”Casablanca”, cuya trama se desenvuelve durante la última guerra mundial. Lo mismo parecen decir ahora los economistas de las más diversas estirpes con relación a la economía norteamericana: la economía mundial se hunde, yanquilandia en cambio florece.

En recientes declaraciones ante el Senado de Estados Unidos, el presidente de la banca central aseguró que el país ”goza de un círculo virtuoso”. Lo describió de esta manera: ”el aumento del precio de las acciones impulsa el gasto y el crecimiento”, lo cual a su vez vuelve a animar el precio de las acciones (International Herald Tribune, 11/6). Otro diario lo resumió así: ”La fortaleza del gasto doméstico ha sido fogoneada, en parte, por las condiciones en los mercados financieros. ‘En síntesis, nuestra economía está gozando aún de un círculo virtuoso, en el que, en condiciones de una inflación dominada y condiciones de crédito genéricamente positivas, el aumento del valor de las acciones impulsa el gasto y, a su vez, la expansión del producto, del empleo y de la productividad, reforzando la inversión de capital’…“ (Financial Times, 10/6). Esto fue dicho, claro, antes del derrumbe de la bolsa de Nueva York, el lunes 15.

¿Candidez o ignorancia? Es claro que una economía que está impulsada por la especulación en la bolsa tiene límites infranqueables y marcha a una crisis no sólo segura sino tremenda. Exactamente esto llevó a la ruina a Japón, incluso contando con la ventaja que su especulación estaba alimentada por el ahorro interno en tanto que la yanqui lo está por el ingreso de capital del exterior. Por eso Estados Unidos es el principal deudor internacional, mientras que aún hoy Japón es tambien primero, pero entre los acreedores.

Este mismo señor Greenspan informó al Senado que del total del aumento del precio de las acciones en Estados Unidos, nada menos que 12 billones de dólares fueron a incrementar, desde fines del 94, las tenencias financieras de los individuos, quienes transformaron en una pequeña parte en gastos de consumo (Financial Times). De cualquier manera, en una economía que tiene un consumo personal por año de casi nueve billones de dólares, una fracción de aquellos doce distribuídos en tres años, representa un incremento colosal. Contrariamente, una caída de la bolsa del tipo de la de octubre de 1987, del orden del 25%, haría desaparecer en un solo día la bonita suma de tres billones de dólares. Comenzaría entonces un ‘círculo vicioso’, en el cual la caída bursátil disminuiría el gasto y el producto y por sobre todo el crédito, lo que provocaría una disminución más pronunciada de las acciones, y así de seguido. Es decir, que una parte de las familias norteamericanas, de clase media alta principalmente, está sentada sobre un ahorro ficticio, porque si lo convierte en dinero derriba su valor (el de las acciones) y si no lo hace, corre el riesgo de que otras circunstancias provoquen ese mismo resultado y se esfume lo acumulado.

Tambien el presupuesto norteamericano se ha beneficiado del efecto especulación, al punto que se estima que la desaparición del déficit fiscal obedece en su totalidad a los ingresos por impuestos a las ganancias de capital que se obtienen cuando se vende una acción a un precio superior al de su compra. Al equilibrio de estas cuentas le caben las mismas consideraciones señaladas más arriba, en el caso de una caida de la bolsa.

Pero incluso con esta inyección de dinero especulativo, no se puede decir que a la economía norteamericana le haya ido muy bien. Entre 1990 y 1996 creció a un 2% anual, una tercera parte de lo que crecía en los 50 y la mitad de lo que crecía en los 60. El salario real es inferior hoy, en promedio, al de hace veinte años; el porcentaje de la población que vive en la pobreza aumentó del 12,8 al 13,7% entre el 89 y el 96. Desde 1979, los salarios del 20% de los trabajadores que reciben menor remuneración bajaron un 12% y, desde 1990, un 1.6%. De todos modos, en el cuarto trimestre del 97, en plena crisis asiática, el PBI norteamericano creció un 3.7% y en el primer trimestre del 98, un 4.8% (Ambito, 12/6); algunos dicen que los salarios habrían comenzado a crecer, lo que la huelga en la General Motors no parece confirmar. De todos modos, con las cifras mencionadas, el círculo parece haberse convertido ahora en ‘revirtuoso’, precisamente porque la crisis asiática provocó un gran flujo de capitales hacia Estados Unidos.

No todo lo que brilla, sin embargo, es oro. Ni el consumo ni la inversión explican el mayor crecimiento, sino el aumento de los inventarios, es decir, de las mercaderías sin vender. De acuerdo a Ambito, los stocks subieron 74.000 millones de dólares en el último trimestre del 97 y otros 100.000 millones de dólares en el primero del año en curso. Dado que cada dólar que se deja de consumir implica una reducción proporcionalmente mayor de la producción que es estimulada por ese dólar de consumo, el despeje de una acumulación de inventarios por 400.000 millones de dólares al año, amenaza con una fortísima reducción del crecimiento si no llega a ser una recesión.

Hay otra cosa distorsionante, además. El producto bruto interno norteamericano está inflado por un déficit comercial del orden de los 250.000 millones de dólares anuales. Como un crecimiento del 4.8% anual significa 600.000 millones de dólares, el déficit comercial es responsable por el 40% de ese crecimiento. La mención de todos estos datos revela la formidable vulnerabilidad del crecimiento norteamericano.

Es precisamente este análisis el que explica que, mientras el empleo en los servicios, o sea en la comercialización principalmente minorista, creció en 314.000 personas en mayo, en la industria cayó en 26.000 puestos —”la mayor caída”, dice el Financial Times (6/6), ”en más de un año y la tercera en los últimos cuatro meses”.

Más interesante todavía, las quiebras personales por créditos al consumo impagos, han batido un record histórico (Financial Times, 2/6). Un millón y medio de personas se declaró insolvente en 1997, por 44 mil millones de dólares, con perspectivas para arriba en el 98. Estos datos revelan la enorme tensión que existe en los hogares norteamericanos que supuestamente cuentan con colocaciones en la bolsa, porque en lugar de desprenderse de ellas prefieren recurrir a maniobras de quiebra.

Las devaluaciones de las monedas asiáticas deberán minar aún más las bases de la industria norteamericana. De acuerdo a un informe del Washington Post(The Guardian, 7/6) ”el porcentaje de componente extranjero en la industria computadora norteamericana subió del 42 al 65% entre 1989 y 1995. Estas importaciones crecieron tres veces más que las exportaciones. El 80% de este equipo de computación vino de Asia, por supuesto”. Pero los capitalistas norteamericanos no son tontos, agregamos nosotros; por eso instrumentan la crisis asiática para apoderarse de la mayor parte de la industria de componentes de esa región. Por eso, este choque entre la potencia financiera de Estados Unidos, que reposa en realidad en su potencial político y militar, y la potencia industrial de Asia, en especial Japón, acabará necesariamente en una gigantesca crisis política internacional.

Algo similar ocurre en la industria del automóvil, donde recientemente la alemana Mercedes Benz se engulló a Chrysler. ”Por primera vez en años, construyeron los dos autos más vendidos en Estados Unidos, destronando al Ford Taurus. Se adjudica a los modelos de lujo de Alemania y Japón la responsabilidad por la declinación del 7% de las ventas de la General Motors en el comienzo del corriente año” (The Washington Post). Más grave es la situación de la Boeing, que no puede satisfacer los enormes pedidos de sus clientes sin incurrir en pérdidas económicas cada vez más severas.

Esta es la realidad del ‘milagro’ norteamericano, donde los graduados en ciencias de la computación cayeron de 50.000 en 1986 a 36.000 en 1994 (The Guardian). La estrategia de los monopolios norteamericanos es salir entonces hacia el exterior, pero para eso deben liquidar la competencia de sus rivales europeos y asiáticos y sojuzgar a las naciones dependientes y a los ex Estados obreros. La compra a precios de remate de sus rivales asiáticos en quiebra y la tercerización de su producción marcan la línea del capital norteamericano. Pero la crisis mundial amenaza dejarlo sin su fondo de guerra. Porque una volatilización de los ahorros de los individuos y de las familias; una quiebra de los fondos de pensiones; una desvalorización del capital oculto de las empresas en la forma de acciones en otras empresas; todo esto, puede barrer con lo que históricamente fue el as en la manga del capital yanqui —las posibilidades de formación de capital de su mercado interno.