EN LAS VÍSPERAS DEL IX° CONGRESO DEL PARTIDO OBRERO
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/51854-
En el balance de las elecciones del 26 de octubre, el Partido Obrero destacó tres aspectos principales de la situación política. El primero fue la posibilidad de la división del peronismo. El segundo aspecto era la inevitabilidad de la ‘menemización’ de la Alianza, es decir, la tendencia a transformarse en un reemplazante o un sustituto de Menem, como portavoz de los grandes intereses capitalistas internacionales y de los grandes pulpos nacionales. El tercero es que, al menos en una vanguardia, existía embrionariamente, pero en forma clara, un desplazamiento de los trabajadores, del peronismo y del seguidismo a los partidos o movimientos patronales hacia una política de independencia de clase, de formación de un Partido Obrero. Es así como interpretamos los resultados del Partido Obrero que, por primera vez, aparece como el partido más votado de la izquierda y con una escala de crecimiento porcentual de características inusitadas. Eran votos de trabajadores que habitualmente habían votado al peronismo. Ya se había observado durante la campaña electoral que en los actos, reuniones y manifestaciones del Partido Obrero había dos grandes características: una gran asistencia, incluso en zonas rurales, de mayoría peronista, y dentro de todo eso, mayoría de mujeres.
El hecho de que el Partido Obrero esté impulsando hoy un movimiento independiente de mujeres trabajadoras, que acaba de sacar un periódico que se llama Trabajadoras es una expresión práctica de esta conclusión política.
División del peronismo
La división del peronismo es un hecho. Menem está en una franca guerra contra Duhalde y Duhalde está en una franca guerra contra Menem; es una división en el poder que además afecta a la sucesión de 1999.
En el curso de su gobierno, el mene- mismo se ha hecho representante de un círculo cada vez más estrecho de intereses capitalistas. Como consecuencia del gran endeudamiento del país, de una deuda externa que llega a los 150.000 millones de dólares, ha caído bajo una feroz dependencia de los grandes bancos y, en particular, de una constelación encabezada por el Citibank, que controla los teléfonos y que ha pasado a controlar la mayor parte de los medios de comunicación, y que pretende seguir avanzando en el campo de la prensa y de los seguros.
Duhalde es el jefe del Banco Provincia; está rodeado de importantes grupos capitalistas y hay grandes pulpos norteamericanos metidos con el Banco Provincia, en la financiación de la salud; en las aseguradoras de riesgo de trabajo; en la privatización de las prestaciones previsionales. Duhalde pretende privatizar el 49% del Banco Provincia, lo que significa ponerlo bajo el control de la Bolsa y de Wall Street. El Banco Provincia es uno de los factores fundamentales de choque entre Menem y Duhalde. Uno representa los intereses de la colonización completa a manos del Citibank; el otro representa una constelación de intereses (por ejemplo, en el directorio del Banco Provincia se encuentran la Sociedad Rural, la UIA bonaerense, etc.)* incluidos capitales norteamericanos.
El empantanamiento se ha agudizado por el agotamiento del ‘plan’ económico. Esto da lugar a una lucha mortal; ésta es la razón por la que el grupo Citibank es el puntal de la re-reelección de Menem.
Pero hay una cuestión de conjunto mucho más decisiva. El movimiento que debutó para realizar grandes conquistas populares, o para traducir al campo legal toda una serie de conquistas populares, se ha transformado en el mayor verdugo de los trabajadores en este país desde Uriburu. No pasa un día sin que se dé un golpe contra los trabajadores. El peronismo está completamente agotado; la prueba de ello es que no cumple ninguna de las tareas para las que nació históricamente: la independencia burguesa del país, apoyada en un movimiento popular.
Para las masas y los trabajadores, el peronismo se ha convertido en una carga. El hecho significativo es que la gente que todavía en el 95 votó por Menem es la protagonista fundamental de los cortes de ruta. El peronismo no tiene banderas populares; es un partido que vive del presupuesto, del robo, del privilegio, de la corruptela; la posibilidad de que se le acabe la mamadera del presupuesto lo destruye.
En 1989, un sector de la izquierda argentina, el Movimiento al Socialismo, cometió el error gravísimo, de decir que se había creado una situación revolucionaria por causa de los saqueos; que Menem no iba a poder gobernar, que el retomo del peronismo al gobierno llevaba a su división, y que con la división del peronismo llegaría la toma del poder por el Mas. El peronismo no se dividió, pero el Mas sí. El PO sacó otra conclusión: no había ninguna situación revolucionaria y, además, los trabajadores iban a pagar con dolor y sufrimiento el haber votado por Menem. En un afiche, ‘La Casa Rosada no cambia de dueño’, se decía que sólo cuando hubieran sufrido las consecuencias de haber votado como votaron, podrían los obreros empezar a rebobinar y sacarse al peronismo de encima. Por eso ahora se plantea la posibilidad de la derrota electoral del peronismo, la posibilidad de la división del peronismo y, según las características que adopte la crisis, que caiga Menem antes de la finalización de su mandato.
‘Menemización’ de la Alianza
Cuando Graciela Fernández Meijide fue a ver al arzobispo Gandiz, éste le deseó la ‘mejor de las suertes’. Los obispos no dicen estas cosas en forma gratuita. La iglesia es muy estricta. Cuando Roque Fernández discrepó con el FMI, y hasta Menem discrepó con el FMI, e incluso Erman González decía discrepar con el FMI, el único que no discrepaba con el FMI era el Chacho Alvarez.
El punto de partida de la Alianza fue el frente que una serie de partidos de izquierda formaron en 1992, el Frente del Sur. El Partido Obrero dijo en ese momento que iban a terminar como agentes del FMI. Este frente llevaba como candidato a un director de cine, Solanas, es decir, que no quería ganar a la opinión pública sobre la base de la lucha popular; le quería ahorrar al pueblo la necesidad de pensar en un programa. Esto volvió a repetirse con candidatos como David Viñas o como el ‘isabeliano’ Alejandro Otero.
Marx dice en el Manifiesto Comunista: “nos negamos a no decir lo que queremos”. ¿Qué nos dice esta izquierda?: ‘Nos negamos a decir lo que queremos’, cuanto más podamos ocultar nuestros fines, mejor.
Pino Solanas, el Partido Comunista, el Frente Grande, el Chacho Alvarez, la Fernández Meijide, representan a la pequeña burguesía que quiere sustituir a la clase obrera como dirección política del movimiento nacional. Son los escritores, los abogados, los teólogos, los historiadores; que dicen que se puede vivir en un capitalismo honesto, un capitalismo sin corrupción, un capitalismo con auténtica división de los poderes, un capitalismo que respete al obrero.
En 1998 esta pequeña burguesía ya ha hecho toda una evolución política: parte de ella defiende la convertibilidad, defiende el sueldo de 200 pesos de los docentes, y defiende la flexibilidad, y toda ella ayuda a reventar la huelga de Río Turbio. Es decir, esta pequeña burguesía hace un ciclo político completo y revela, una vez más, que cuando quiere cumplir una función dirigente, termina como agente del imperialismo. Ya en 1992 habíamos dicho que esta pequeña burguesía terminaría en brazos del imperialismo. El comentario de moda, era que, como de costumbre, desarrollábamos un hábito imperdible por la exageración. Pero el Frepaso ha batido todas las expectativas, es un agente directo del imperialismo. La pequeña burguesía ve realizar sus intereses sociales cuando ocupa una banca en el parlamento, cuando llega a una gobernación, cuando puede repartir entre su clientela una parte de su presupuesto; y al igual que Alfonsín, que también representaba a la pequeña burguesía, se conforma si puede convertir al centro de la ciudad de Buenos Aires en una variante del centro de la ciudad de París.
Tenemos entonces que el peronismo está en crisis y puede dividirse; y que se estructura una oposición que a la velocidad del sonido va perdiendo todo su plumaje popular. Esta combinación es históricamente explosiva: combinada con una organización de los trabajadores detrás de un programa consecuente y de un partido revolucionario, crea una crisis de poder.
La clase obrera
El análisis del movimiento obrero y de las masas de este país exige pensar contradictoriamente. Los trabajadores están sufriendo la peor ofensiva que hayan conocido en toda su historia y al mismo tiempo hay unas luchas tremendas.
En los últimos días hubo dos pronunciamientos de los presidentes de Ford y Renault, respectivamente, que amenazaron casi con retirarse del país, si no se los autorizaba a pagar los salarios (inferiores) que pagan Fiat, Toyota, Chrysler y General Motors, que ingresaron recientemente, con modalidades de contratos precarios, por seis meses, pasantías, contratos de aprendizaje, etc. La perspectiva es de un enfrentamiento muy serio, que ya se viene desarrollando, con los obreros de Renault y de Ford. Pero esto demuestra también hasta qué punto el progreso general del capitalismo en su aspecto tecnológico, es al mismo tiempo un proceso de degradación social y cultural. Porque para* que un patrón le pueda pagar a un obrero 400 pesos necesita un obrero reducido a apéndice inhumano de la máquina. Esto desnuda la característica civilizadora propia del desarrollo capitalista. Cuando Marx dice que el burgués aún bajo el capitalismo revoluciona constantemente la producción, quiere decir que juega un papel de socavamiento del propio mundo capitalista. Al aumentar constantemente la productividad para tener obreros desempleados y para bajar los salarios, está socavando su propia dominación.
¿Cómo razona una dirección oficial del movimiento obrero? ‘Hay que ceder en todo para mantener un mínimo cuadro de ocupación. Si no cedemos, si luchamos por aumentos salariales, es peor’; es decir, que actúan como rehenes del capital. Por lo tanto ceden en toda la línea pensando que otra alternativa sería peor; me refiero a la CGT de Daer, al MTA y a la CTA. La CTA apoya abiertamente a la Alianza, que apoya la reforma laboral que incorpora todos los contratos precarios como norma general en el sistema laboral.
Los capitalistas dicen que para subsistir tienen que incrementar el rendimiento (explotación) laboral. Sin embargo, cuando Fiat estuvo cerrada todo febrero porque no había demanda en Brasil, perdió mucha más plata que toda la que había ganado como consecuencia de la reducción de salarios. El despilfarro capitalista es descomunal. Se calcula que la crisis asiática hizo perder al capitalismo un billón quinientos mil millones de dólares. ¿Cuánta reducción salarial será necesaria para compensar eso? La perdieron en una crisis y la crisis es totalmente ajena al obrero y hasta cierto punto al propio capitalista como persona. Es la crisis del régimen capitalista. Mucho más lógico sería luchar por un sistema social superior que no tuviera esas crisis.
La clase obrera ha sufrido un retroceso absolutamente extraordinario como consecuencia de esa crisis del capitalismo, del agotamiento del peronismo y de la crisis sindical. Pero los golpes del capitalismo obligan a los trabajadores a buscar una salida colectiva nueva. Los desocupados forman grandes organizaciones de desocupados. La juventud trata de formar organizaciones juveniles marcadas por otro tipo de orientación.
Perspectivas
Esta situación deja planteadas las siguientes alternativas.
La primera es que en el movimiento obrero se produzca, como consecuencia de la superexplotación y como consecuencia de las luchas, una creciente politización. El obrero aún se siente sin fuerzas para hacer grandes huelgas generales, para hacer grandes ocupaciones de fábricas, pero evoluciona en el campo político. Se acerca a los partidos combativos, los vota. Se prepara políticamente para luchas decisivas.
Es decir, el pueblo se radicaliza; los partidos crecen. Los partidos forman agrupaciones, las agrupaciones se desarrollan en las fábricas y este crecimiento de la organización prepara una nueva etapa de lucha. El Partido Obrero impulsa esta vía de desarrollo político con la consigna de la necesidad de formar una alternativa independiente de los trabajadores, de conquistar la independencia política de la clase obrera y de formar un Partido Obrero. Esto es una vía de desarrollo y es la vía que con más tenacidad está desarrollando el PO, levantando tribunas, abriendo nuevos locales, conquistando 4.000 suscriptores, vendiendo más periódicos, armando redes de distribuidores, como método de organización de la vanguardia obrera, para que por medio de la organización, haga frente a la ofensiva capitalista.
La otra vía, combinada, de desarrollo, es que esta situación se derrumbe bruscamente como en Asia. Una situación muy mala que se agrava bruscamente puede producir grandes levantamientos populares. Una alternativa de este tipo es muy posible por las características de toda la crisis mundial.
El Partido Obrero trabaja en función de esta perspectiva general. Indudablemente, la auténtica alternativa independiente es un Partido Obrero. Es la organización de la vanguardia de los obreros en un partido propio. Para los muchos trabajadores que necesitan aún madurar la idea de un partido, el PO plantea que las organizaciones de los trabajadores, sean reivindicativas o políticas, se unan en un trabajo común; el trabajo en común de organizaciones obreras; populares, que tienen fines puramente reivindicativos con las organizaciones partidistas.
En 1848, en el primer programa de un partido obrero, se dice que la construcción de un partido obrero es interrumpida constantemente por la competencia entre los propios trabajadores. La construcción de un partido obrero no puede ser entonces un proceso lineal. Es interrumpida constantemente por la competencia que el capital azuza entre los obreros. Es interrumpida constantemente porque aparece una burocracia que traiciona el movimiento. La burocratización del movimiento obrero es una forma exacerbada y extrema de la competencia entre los trabajadores. Es interrumpida constantemente porque hay una diferenciación entre los trabajadores, incluidos los que se vinculan a la pequeña burguesía y le dan pie a la pequeña burguesía en el movimiento obrero, y bloquean al movimiento obrero. En ese manifiesto de 1848 se dice que la construcción de un partido obrero se interrumpe constantemente para renacer siempre de abajo. Por eso llamamos a colaborar en el desarrollo del frente político reivindicativo, a acciones comunes, a la distribución de la Prensa, a la difusión de la idea más simple que hay en el mundo y es que el obrero debe organizar su propio partido político y no debe ser víctima, ni dejarse verduguear, ni hacer seguidismo a la clase que lo explota.
Desarrollar este camino es el propósito del Partido Obrero.