POR UN CORRECTO BALANCE DEL PARO NAVIDEÑO
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/50001-
Nos parece desacertado descalificar el paro general del último jueves 26, en razón de que su cumplimiento habría sido bastante inferior a los precedentes. Aun en estas condiciones, la última huelga general fue una manifestación combativa de las masas trabajadoras contra las patronales y el gobierno menemista, y en este carácter empalma con todo el movimiento de lucha popular que arranca con el Cutralcazo, las puebladas de Córdoba y Neuquén, la caída de Cavallo y los paros generales.
El cumplimiento masivo del paro en Córdoba, Rosario, Santa Fe, Santiago del Estero, Mar del Plata y la mayor parte del Gran Buenos Aires, demuestra que la política de componendas y traiciones de las burocracias de las tres centrales que se reclaman la conducción sindical, ha fracasado en poner fin a la etapa de crisis y luchas iniciada con la caída de Cavallo. Bien mirado, el desarrollo del paro general de Navidad, en particular en Córdoba y Rosario, muestra el surgimiento de activistas y organizaciones ‘piqueteras’, es decir, una fuerte tendencia de las masas a tomar la organización de las luchas en sus propias manos. El diario financiero que dijo que el fracaso que atribuye al paro había fortalecido a Menem, está escrito por un imbécil interesado. Más inteligente fue el propio Menem, cuando le dijo a sus asesores que la sola realización del paro era un revés para el gobierno.
Por una vez, el riojano tiene razón, porque el llamado al paro expresó la crisis del intento menemista de liquidar los convenios colectivos y los estatutos gremiales por medio de un acuerdo con las burocracias y con la consiguiente sanción legislativa. De este mismo procedimiento ‘conciliador’ depende la ‘solución política’ armada por Menem para liquidar el Pami.
Es incuestionable que la política componedora y traidora que precedió al paro general, condicionó fuertemente sus posibilidades. Al calificarlo de ‘paro con sidra’, la propia burocracia anunció anticipadamente que no encararía su organización; en las sedes sindicales el paro fue, sí, del ciento por ciento. Pero es precisamente esta política canallesca de la burocracia lo que mejor deja al descubierto la tendencia de lucha que existe en las masas y la disposición militante de los activistas. Los críticos del paro debieran tener en cuenta este dato fundamental, de que la burocracia fracasó en derrotar al paro desde adentro, una vez que fue obligada a ir al paro contra su voluntad componedora y traidora.
No hay que confundir la crítica a la burocracia con la crítica al paro. Hacerlo significa ignorar la tendencia de lucha de las masas y de los activistas, que se manifestó en el paro general. Esa confusión no permite establecer adecuadamente las perspectivas políticas de la crisis y de la lucha popular en curso. El centro de gravitación de las luchas se viene desplazando desde hace mucho tiempo hacia las organizaciones que van creando las masas, o que son recuperadas del control de la burocracia.
Es interesante hacer notar la falta de mención, por parte de los críticos de la huelga, a la conducta de la pequeña burguesía en el paro general. En cierto modo, esto debería sorprender, si se tiene en cuenta la presión positiva de la pequeña burguesía en los paros generales de agosto y setiembre. En el paro navideño, las cosas ocurrieron de otro modo porque, de un lado, las fiestas de fin de año son un acontecimiento comercial fundamental para la pequeña burguesía y, del otro, los representantes políticos de la pequeña burguesía descontenta —los Alvarez y Terragno— están transando a todo trapo la salida electoral con el gobierno de Clinton. Pero es muy probable que los críticos del paro militen en las corrientes políticas complacientes con la pequeña burguesía, por un lado, e ignorantes de sus limitaciones, por el otro.
El abismo que se ha abierto entre las aspiraciones de la ofensiva capitalista, de una parte, y las necesidades defensivas de los obreros, de la otra, señala una perspectiva de confrontaciones y luchas cada vez más agudas. Es a partir de esta constatación que ingresa en el orden del día la cuestión de la huelga general indefinida. Comprender esta nueva situación significa hacerla conciente entre los trabajadores y prepararla concienzudamente, mediante un trabajo de esclarecimiento, de agitación y de organización. En torno a las reivindicaciones que ya se plantean en las luchas parciales, es necesario entonces proceder a la organización de bases, como plenarios, asambleas y congresos, y a recuperar las organizaciones usurpadas por la burocracia. Como parte de este planteamiento, exigimos a las organizaciones oficiales del movimiento obrero que organicen un congreso de bases para preparar la huelga indefinida.
Esta apreciación de conjunto sobre el último paro y sobre la perspectiva de una huelga indefinida, esclarece también la importancia de la cuestión electoral de 1997, porque ella se irá transformando cada vez más en el arma de los políticos patronales y de los burócratas sindicales contra la tendencia a la huelga general. Precisamente, porque está planteada más que nunca como un arma contra la clase obrera, los trabajadores tenemos la obligación de establecer nuestra propia política para las elecciones; de lo contrario, se va a levantar otra vez el escollo de la demagogia de los políticos opositores. El centro de esa política electoral debe ser la unidad, por medio de la movilización, de la izquierda y del movimiento obrero combativo, para acabar con Menem y con su política. Contribuye a la movilización para potenciar la unidad contra el gobierno y los partidos patronales opositores, la realización de elecciones de la izquierda y del movimiento obrero combativo para organizar una lista común, precisamente, sobre la base de la voz y del voto de los trabajadores, de los activistas y de los militantes. Una elección de este tipo, preparada con debates, asambleas, conferencias, daría un gran impulso a la conciencia y organización revolucionarias.