¿ACUERDO CON EL FMI O NEGOCIADO EN PUERTA?
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/49353-
En los últimos diez días, Argentina sufrió un verdadero ‘acoso’ financiero. En fila india se vinieron el vice-presidente del Citibank, funcionarios del Banco Morgan, el presidente del Banco Interamericano y, al final, el mismísimo presidente del FMI. ¿Para salvarnos? Eso es lo que dijeron la mayoría de los diarios, que atribuyeron a esas visitas la recuperación de la Bolsa y en especial la cotización tope que alcanzaron algunos bonos de la deuda externa argentina. De acuerdo a esta interpretación de los hechos, la crisis económica argentina ha quedado superada como consecuencia del ‘respaldo internacional’, pues ello permitiría financiar el déficit fiscal en momentos en que se observaría una definitiva reactivación de la producción.
Es incuestionable que los recursos políticos y financieros del imperialismo pueden jugar un rol fundamental en la evolución de la crisis nacional. La posibilidad de que sean empleados para socorrer a los anémicos gobiernos nativos debe ser tenida siempre en cuenta a la hora de considerar las alternativas que se le ofrecen a la situación política. El imperialismo enfrenta un cuadro económico internacional con fuertes presiones devaluatorias en Tailandia, Corea del Sur, Hong Kong e incluso Taiwán, y lo mismo ocurre con Brasil, Francia y un buen número de naciones europeas, además de las gigantescas crisis políticas en el Medio Oriente, México y Colombia. Es razonable que no quiere ver la precipitada caída del peso argentino y de Menem. Todo esto refresca el aserto marxista de que la perspectiva de un país en particular está determinada, en última instancia, por la perspectiva de conjunto de la economía y la política mundiales.
Pero como en el cuento del sapo y el escorpión, el imperialismo no puede rescatar a las economías nacionales sino apelando a su propia naturaleza saqueadora. Es lo que ocurrió con el ‘plan Cavallo’ y lo que explica su previsible final, y lo que vuelve a ocurrir. Porque, en definitiva, el llamado ‘respaldo internacional’ esconde apenas la intención de renegociar la deuda externa argentina para, a cambio de un alargamiento del plazo de cancelación de la deuda, aumentar los intereses que se cobran por ella. Esta perspectiva de reemplazar los bonos actuales por otros de características diferentes, es lo que ha hecho subir las cotizaciones de los títulos argentinos. El Citibank, el First Boston y la Banca Morgan serían los encargados de organizar la renegociación, esto a cambio de extraordinarios beneficios.
Los economistas coinciden en que no existen los recursos para pagar los 18.000 millones de dólares que vencen en 1997; esta estimación no tiene plenamente en cuenta el déficit creciente de las cuentas corrientes, debido al giro cada vez mayor de utilidades que realizan los capitalistas extranjeros a sus países. Los pagos en moneda extranjera podrían ascender entonces a cerca de 25.000 millones de dólares. La salida sería sustituir los bonos en circulación por otros a plazos mayores, para lo cual habría que pagar tasas de interés más altas. “Si bien puede argumentarse que es un error endeudarse a largo plazo con intereses mayores, Kiguel, el subsecretario de Financiamiento, argumentó que de este modo se evita la concentración de los vencimientos” (La Nación, 5/9). El negocio para los bancos es simplemente formidable, porque aseguran de este modo por un plazo considerable la colocación de sus capitales, sacan intereses mayores y evitan que una eventual cesación de pagos de Argentina signifique dejar impagos los vencimientos del año que viene. El First Boston acaba de colocar un título a veinte años en marcos, al 12% de interés anual, cuando la tasa a largo plazo, internacional, es del 7%. Con el dinero de ese título se piensa ‘recomprar’ los que circulan actualmente, lo que explica que hayan subido en plena crisis, a plena satisfacción de sus poseedores, incluidos esos mismos bancos (Página 12, 4/9).
“La mayoría de los colegas de Rhodes, el vice del Citi, está convencida de que su viaje relámpago estaría motivado en la oferta del Citi al Gobierno para emitir un bono a 30 años de plazo para canjearlo por títulos a corto plazo…”, dice Página 12 (7/9). “Rhodes- Roque Fernández: ¿se negocia un Brady II?”, anuncia Ambito (6/9). “González Fraga (del Citi) pide financiar a más de 20 años el déficit” (Ambito). Una refinanciación general a 20 y 30 años de una deuda de 100.000 millones de dólares, que se haría en forma progresiva naturalmente, significaría esclavizar al país por medio siglo y, para colmo, permitir que continúe el endeudamiento a corto plazo, aprovechando el ‘espacio’ dejado por la refinanciación.
Una mención especial hay que dar a la sustitución de un bono que ya es a 30 años, los Brady, por otros de vencimiento similar. Con esta operación se pretende recuperar los 5.000 millones de dólares otorgados en garantía por ese bono para gastarlos en el pago de los vencimientos inmediatos. Como los nuevos bonos no requieren esa garantía, el interés que hay que pagar es considerablemente superior.
Las consecuencias de este ‘método’ de rescate no se agotan con la esclavización indefinida del país. Significa también establecer tasas de interés más elevadas para la financiación del capital privado en el exterior y, por lo tanto, encarecer los intereses internos. Representa, por lo tanto, una estrategia de colonización industrial muy definida por parte del capital financiero. De conjunto, esta política agrava considerablemente la impasse nacional y refuerza las tendencias a una crisis revolucionaria.
El recambio de bonos ha desatado una pelea internacional, porque los tres bancos mencionados han acaparado virtualmente el negocio, en detrimento de numerosos pulpos financieros rivales. Alfredo Zaiat, de Página 12, esclarece que “los mandatos de emisión de bonos que realiza el gobierno… permite entrar a un negocio muy rentable tanto por las comisiones que se cobran como por el acceso a información privilegiada que les permite a los colocadores realizar rentables operaciones en la plaza de bonos” (8/9). La operadora Bear Sterns, que quedó desplazada de estas colocaciones, descalificó a la deuda externa argentina con el argumento de “la posibilidad de que termine el plan de convertibilidad” (El Cronista, 5/9). Es decir que se anuncia una guerra de los pulpos extranjeros contra la paridad del peso, influenciada por la disputa por los mencionados negociados.
Las posibilidades de solución de la deuda externa que ofrece el recambio de bonos son muy limitadas, entre otras cosas porque sólo podría afectar a unos pocos centenares de millones de dólares en un plazo inmediato. Tendremos entonces la crisis de pagos más los negociados en puerta. Además, “los planes para establecer una línea de crédito de 50 mil millones de dólares para el caso de una crisis financiera al estilo mexicano, informa el Financial Times (2/9), están siendo obstruidos debido a un desacuerdo sobre quién debe controlar el uso del dinero”. Estas limitaciones explican que Guillermo Calvo, que dice ahora que entró al gobierno por unas pocas semanas para dar seguridades al ‘exterior’, haya renunciado porque no se aceptó su planteo de subir los impuestos a las importaciones para ‘proteger’ a la industria ‘nacional’. De otra forma, dijo Calvo, no habrá reactivación, despreciando las posibilidades que pueda ofrecer una renegociación de la deuda externa.
El negociado en ciernes, lejos de ofrecer una salida, es un salvavidas de plomo para la economía argentina y para los trabajadores.