ELECCIONES EN URUGUAY: LA GRAN ESTAFA

ELECCIONES EN URUGUAY: LA GRAN ESTAFA

nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/47218-

Las recientes elecciones uruguayas han vuelto ha poner de manifiesto el carácter esencialmente fraudulento del régimen político del país.  A pesar de que Tabaré Vazquez, el candidato a presidente del Encuentro Progresista y del Frente Amplio, obtuvo el primer lugar con el 29% de la votación, fue consagrado presidente Julio Sanguinetti, el candidato del partido colorado, que sólo logró el 24% de los sufragios. La tergiversación de los resultados es una consecuencia de la vigencia de la ley de lemas, que permite a un mismo partido presentar a varios candidatos a la presidencia (o a senadores), los que suman sus votos en beneficio del que terminó colocado en el primer lugar de la lista partidaria. De esta manera, Sanguinetti pudo acumular en su favor los votos que obtuvieron Jorge Battle y Pacheco Areco, sin importar que los programas de estos últimos poco tuvieran que ver con los del primero, y sin que tampoco importe que los diputados y senadores electos por las sub-listas de Battle y Pacheco no asuman el compromiso de integrar el bloque parlamentario de apoyo al presidente en las próximas Cámaras legislativas.

El fraude político-electoral se acentúa cuando se tiene en cuenta que en el departamento de Montevideo, que reúne a la mitad del electorado y que forma por lejos el centro político del país, el Encuentro Progresista obtuvo casi el 50% de los votos y sumó más que los votos reunidos por el conjunto de las listas coloradas y blancas.  No está excluido, con todo, que las elecciones hubieran sido sometidas a un fraude directo, ya que las encuestas de boca de urna daban la victoria al EP y lo mismo ocurrió cuando el escrutinio provisional se encontraba muy avanzado. Aún hay un número importante de votos “observados”, que podrían torcer el resultado final, por lo menos con relación al segundo lugar de la votación.

Derrota del FA

El fraude “institucional” que se ha registrado otra vez más en Uruguay destruye la tesis preferida de los comentaristas políticos, que aseguran que las elecciones enterraron el sistema bi-partidista en el país. En realidad,  la manutención de la antidemocrática ley de lemas ha permitido la vigencia del sistema blanco-colorado, en abierta contradicción con la realidad de las tendencias políticas y electorales de la ciudadanía. El candidato de la “izquierda” ha vuelto a ocupar el primer lugar, tal como ocurriera en las elecciones pasadas de 1989, pero sólo para perder de nuevo las elecciones. En lugar de librar una lucha popular para acabar con la ley de lemas, incluso impulsando un plebiscito apoyado en la movilización popular, el Frente Amplio prefirió “contornear” el obstáculo de esta ley fraudulenta a través de un pacto con un sector del partido blanco, encabezado por Nin Novoa, el cual resultó consagrado candidato a vicepresidente, con la esperanza de que esto le daría la diferencia de votos necesaria para ganar la elección. A la luz de este objetivo, el principal derrotado en las elecciones del domingo pasado ha sido el Frente Amplio, el cual ha quedado confinado a una oposición estéril y sin perspectivas, es decir, a un desgaste en la oposición, y esto si no se da la perspectiva de que el próximo gobierno coopte a parte del personal del FA para cumplir funciones oficiales. Los políticos y periodistas del  FA presentan los resultados del EP como una victoria sólo porque ellos se han asegurado sus puestos y carreras en las bancas legislativas y municipales, pero desde el punto de vista político han registrado un resonante fracaso.

La tentativa del FA de superar la ley de lemas sin luchar contra ella ni pretender su eliminación, fue muy enfrentada por la burguesía. A la coalición del Encuentro Progresista, impulsada por el FA, la burguesía uruguaya le respondió con dos maniobras equivalentes; de un lado, Sanguinetti se ganó como aliado al senador Batalla y a su grupo, viejos integrantes del FA y los que más votos obtuvieron cuando pertenecían a él. Por el otro lado, los capitalistas uruguayos financiaron generosamente la campaña de Raúl Michelini, también ex frenteamplista y con un apellido de amplia resonancia popular, ya que su padre fue un activo enemigo de la dictadura militar y murió secuestrado y asesinado por ella. Michelini sacó más de cien mil votos, muchos más que los necesarios para asegurar la victoria del centro-izquierda uruguayo. La burguesía enfrentó las maniobras de los politicastros del FA con las suyas propias, y respondió a la táctica del frentismo popular con su propia táctica frentepopulista, porque mientras la izquierda se aliaba con la derecha, los representantes tradicionales de la patronal uruguaya se aliaban con la “izquierda”. El aumento de 8 puntos en los votos del EP con relación a los del FA de 1989, casi un 35%, subraya más acentuadamente el fracaso de una política que pretendió sustituir con maniobras la lucha contra el sistema electoral fraudulento. Los centro-izquierdistas uruguayos son incapaces de decir dos palabras juntas sin pronunciar el término  “democracia” en una de ellas; es, sin embargo, en la lucha por la democracia que su impotencia es más patente. Una victoria de Tabaré Vázquez no hubiera modificado el carácter del Estado uruguayo ni las características patronales de sus gobiernos, pero habría permitido  que las masas, que sienten como suyo al Frente, hicieran una experiencia final con este seudo-izquierdismo y habría ofrecido una posibilidad más rica para superarlo en términos socialistas y revolucionarios.

Catástrofe por izquierda

En lo que se refiere a la izquierda del FA, es decir al partido comunista, a los distintos desprendimientos de los tupamaros y al maoísmo, sufrieron, no ya una derrota política, sino una catástrofe electoral. El PCU retrocedió de 200.000 a 30.000 votos, lo que demuestra que sus “raíces nacionales” (?) fueron sepultadas por el derrumbe definitivo del stalinismo; el partido comunista y el partido por la victoria del pueblo fueron los únicos de la izquierda del FA que apoyaron resueltamente la formación del Encuentro Progresista con un ala de los terratenientes blancos. El candidato del PVP  (Hugo Cores) perdió innoblemente a pesar de su aceptación de un inidentificado apoyo financiero y publicitario. El espectro tupamaro-maoísta cayó de 50.000 a 30.000 votos y no pudo concretar su aspiración de reelegir como diputado a Helios Sarthou. De un modo general, los candidatos más votados del Encuentro Progresista fueron aquellos que gozaron del apoyo económico de la burguesía, como ocurrió con la tendencia Asamblea Uruguay, cuyo candidato, Danilo Astori, es el principal vocero de la Cámara de Industrias y de la Federación Rural de Uruguay. Danilo Astori se perfila como ministro de una segunda etapa del gobierno Sanguinetti.

La nueva situación

Los resultados de las elecciones han producido un gobierno aún más minoritario que cualquiera de los posteriores a la salida de la dictadura y con una base parlamentaria considerablemente más débil. La impasse política que resulta de ello es una certeza. Lo más grave es que ocurre cuando Uruguay debate una maxidevaluación que aumente la tasa de beneficio de sus capitalistas, aunque a costa de un aumento muy fuerte de su deuda pública dolarizada. Esto explica que rápidamente haya comenzado a hablarse de gobierno de coalición. Más importante es la etapa que se abre para la clase obrera y para el movimiento obrero, que debe asistir a un nuevo gobierno de los partidos tradicionales y a una política de mayor colaboración con ellos de parte del Frente Amplio y de la burocracia de la Central Obrera. La formación de un frente de izquierda independiente de la burguesía queda más fuertemente planteada a partir de estos resultados.