“LIBRE Y SOBERANA”, O EL CUENTO DE LA BUENA PIPA
nota publicada en: https://prensaobrera.com/politicas/46309-
Resulta revelador que el Pts caracterice a la Asamblea Constituyente convocada por Menem-Alfonsín de “Constituyente restringida”, a veces de “maniatada” y otras de “antidemocrática”, pero nunca de reaccionaria. La razón para proceder así es que al Pts le importa la forma de la Constituyente, es decir, las características exteriores de la convocatoria pero no sus fines políticos ni la naturaleza de clase del poder y el gobierno que la convocan. Para el Pts, la reunión de una Asamblea Constituyente es por definición progresiva; por eso se limita a señalar las limitaciones que tendría la convocatoria de Menem y Alfonsín con relación a lo que sería el esquema perfecto de una Asamblea Constituyente, según el Pts. Hay que dejar registrado que el Pts se acordó de su consigna de Asamblea Constituyente (lo hace cada tanto) cuando ella fue reclamada por Menem, es decir, a partir de las necesidades “reformistas” de la camarilla gobernante y de los grupos privatizadores.
Para el Pts la Constituyente de Menem y Alfonsín sería “restringida” porque los delegados no se eligen por distrito único, porque el temario no es abierto, porque cualquier grupo de trabajadores no puede presentar un proyecto y porque habría que atenerse a lo pactado por Menem y Alfonsín. Para que la Asamblea sea “libre y soberana” deberían regir para el Pts algunas “condiciones mínimas” como, fuera de las mencionadas, la igualdad de espacios para los partidos en los medios de comunicación y la autonomía de la Constituyente respecto del parlamento y de otras instituciones.
Cualquier constitucionalista podría responderle al Pts que esas “condiciones mínimas” se encuentran presentes en la próxima Constituyente. El Estado volverá a otorgar espacios igualitarios a los partidos —otra cosa es lo que éstos consigan fuera de lo que les dé el Estado, lo cual está condicionado por el monopolio capitalista de los medios de comunicación y de los medios de producción en general. Para imponer una verdadera igualdad habría que abolir este monopolio, o adoptar medidas despóticas contra este monopolio. Pero en tal caso no sería el gobierno de Menem el que estaría convocando a una Asamblea Constituyente…
Lo mismo puede decirse del derecho de cualquier grupo de trabajadores a presentar un proyecto constitucional. Claro que puede hacerlo —otra cosa es que los constituyentes se lo traten. Para que esto ocurra debería imponerse a los constituyentes la obligación de hacerlo. Pero en tal caso no sería un gobierno firmemente capitalista el que estaría convocando a una Asamblea Constituyente…
Con relación al temario de la Convención y a la mentada “soberanía” de la Constituyente, el Pts simplemente capitula ante el terrorismo ideológico o verbal que ha desatado la burguesía en este terreno, algo que pasa también con las demás organizaciones de izquierda y de centroizquierda. Ocurre que la próxima Asamblea podrá perfectamente, si así lo decide, establecer su propio temario y su propio proyecto de reforma, sin que importen para este caso los condicionamientos establecidos por la ley que votó el Congreso sobre la necesidad de la reforma, ni los establecidos en el “pacto podrido”. Ninguna institución del Estado representativo vigente tiene prerrogativas sobre el trabajo constitucional de una Asamblea Constituyente, ni existen antecedentes o jurisprudencia que otorguen esas prerrogativas (¡y aunque existieran! la soberanía de una constituyente la decide la conducta soberana de quienes la integran). Si se aceptara que la próxima Convención no tendría más remedio que aprobar el “pacto podrido”, lo correcto sería boicotear semejante Asamblea, ya que en ella los trabajadores o la izquierda no tendrían, no ya un voto capaz de decidir, sino que tampoco tendrían voz, pues no podrían efectuar sus planteos ni mucho menos defenderlos. Y como se sabe, la condición para participar en el parlamento capitalista es la posibilidad de tener voz… Participar de una Asamblea sin voz es traicionar al electorado trabajador.
Por eso, cuando el Frente Grande y la totalidad de la izquierda reclaman una Asamblea soberana, no saben lo que están reclamando, pues exigen lo que ya existe como una posibilidad independiente de los demás poderes del Estado, y lo que es peor, están capitulando ante el “pacto podrido” al suponer que éste le quitó, con fuerza jurídica, a la futura Asamblea, sus derechos inalienables. Para colmo de la pavada, el Congreso sancionó la ley de necesidad de la reforma mediante irregularidades insanables, pues Diputados no aprobó el proyecto inicial del Senado y luego éste se negó a tratar el votado por el primero. ¡No hay siquiera una ley de declaración de la necesidad de la reforma, que la futura Convención tuviera la obligación de acatar!
Al interpretar la “soberanía” de la Constituyente en términos de una “autonomía” de ésta respecto a los demás poderes (¡ y de estos poderes respecto a la Constituyente!), el Pts, al igual que el Frente Grande, concibe esa “soberanía” en los términos del constitucionalismo burgués, es decir, para reemplazar una carta o papel constitucional por otro. Claro que el Pts ya había anticipado que era partidario de introducir las mayores libertades democráticas posibles “dentro del sistema…” (Rebelión, 3/11/93). Esta labor, insistimos, no puede ser jurídicamente impedida por ningún pacto, ni ley, sino que se hará conforme a los intereses constitucionales de las bancadas mayoritarias que existan en la Asamblea. Pero una Constituyente “soberana”, a la Pts, es decir, liberal y burguesa, no tendría ningún significado transformador para los explotados, esto por la simple razón de que el poder político encargado de llevar a la práctica las disposiciones de una nueva Constitución seguirá siendo el poder de turno, es decir, el menemista. Una Constituyente es realmente soberana cuando asume el poder político, y esto sólo puede ocurrir como consecuencia de una revolución… o de una contrarrevolución. En estos casos es la propia Constituyente la encargada de poner en práctica el nuevo derecho constitucional.
La conclusión de todo esto es neta: el Pts reclama lo que existe y no necesita ser reclamado, y rechaza la caracterización revolucionaria de la soberanía política. Esto lo ha llevado a un callejón sin salida aunque esté lejos de percibirlo, esto porque, por definición, las sectas son ellas un callejón sin salida.
La prueba de ese callejón sin salida es que el Pts “amenaza” ahora con ir a la Constituyente a plantear “su inmediata disolución” y la convocatoria de “una Asamblea Constituyente Libre y Soberana” (las letras en mayúscula son, claro, del Pts). Privado del coraje político para decidirse por el boicot, el Pts no vacila en interpretar un sainete. Si la asamblea de Menem y Alfonsín (que por “soberana” que sea será de Menem y Alfonsín) no se declara “soberana” (porque ya lo es y porque, simultáneamente, no pretende serlo), el Pts se va de la Constituyente para reclamar a Menem y a Alfonsín (¿a quién si no?) que convoquen a una nueva Asamblea Libre y Soberana. Si los susodichos le hicieran caso, tendríamos un engendro Constituyente similar al que vamos a tener, lo que obligará al Pts a retirarse de nuevo de la Constituyente para reclamar… En suma: ¡el cuento de la buena pipa! Cuántas vueltas, madre, para no plantear “Fuera Menem-Cavallo, por un gobierno de trabajadores”.
El carácter reaccionario de la asamblea menemo-alfonsiniana está dado por las características generales del Estado y de la clase que han tomado la iniciativa de convocar a esta asamblea y por el período histórico de contraofensiva desesperada del capital contra las masas por el que estamos atravesando. En estas condiciones es un suicidio adornar con adjetivos democráticos a las instituciones del Estado burgués, y no desenmascarar las fuerzas e intereses de clase que esas instituciones representan. La izquierda debe ir a la Constituyente reaccionaria a agitar el programa de reivindicaciones inmediatas e históricas por las que luchan las masas, con la finalidad de trazar una divisoria de clases lo más profunda y neta posible dentro de la Constituyente, ayudando así a la clarificación y a la experiencia de los trabajadores. En el período del santiagueñazo no existe otra política que ésta que sea realmente socialista y popular